Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Actualizar el móvil o morir

El aparato es quien manda, y tú no tienes otra que plegarte a sus órdenes

La "obsolescencia programada" fue durante un tiempo un asunto de logias y visionarios antisistema, digamos allá por los años 60 y 70 del XX, que es cuando surge el término. Unos tiempos en los que todavía lavadoras, frigoríficos o automóviles eran duros cual rodilla de cabra, duraban décadas con buen rendimiento, y hasta se heredaban. Por no decir que se reparaban y, a unas malas, lo hacía el propio usuario y propietario si era apañado. En realidad, el primer producto sujeto a una muerte planificada en el tiempo fue la bombilla incandescente fabricada para 1.000 horas de luz, que patentó Edison, cuyo negro era Nikola Tesla (serbio de origen, lo de negro es por estar en la sombra del relumbrón del empresario de los inventos). El otro día ofrecí a un conocido de 30 años una torre de ordenador de hace seis años, aún precintada en su caja por razones que no son del caso, y se echó a reír con sorna; yo le seguí la broma con media sonrisa haciéndome el cómplice, y puse proa al Punto Limpio. Y es que hay que actualizarse. O ser un náufrago en su propia isla obsoleta.

Ahora, el que te va dejando obsoleto de una forma tiránica y despiadada es el móvil (vale decir ordenador). No te pide que te actualices , por tu propio bien, sino que te exige que actualices una serie de cosas de tu dispositivo, que le des a un clic aceptando aquella orden. Tú, con aquellos de corbata, usuario pastoreado y autómata, te dices: "Bueno, vale, que si no me atacarán los virus, o me sacarán otra vez la pasta del banco unos tíos del Este". Aquello de la actualización formativa para la promoción profesional, con cursos de herramientas técnicas pero también de empatía, resiliencia o mindfulness no es que pierda importancia, sino que es secundario. Porque lo que primero que debemos mantener updated -¿no sabe qué significa updated?, hágaselo mirar…- son las exigencias de actualizaciones de nuestro móvil, ese pequeño aparato de potencia universal que es miembro de una pléyade en red de diosecillos ubicuos del panteísmo tecnológico. Tú puedes optar por desconectarte, claro. Pero ojo, no vale llevar un Nokia antiguo, nada smart, en el bolsillo para camelar y epatar de alterne, haciéndote el irreductible, y llevar en el otro bolsillo de la americana un iPhone de mil pavos (como aquel Rufino de los langostinos que se hacía el moderno e invitaba a Luz Casal mientras hacía ver que leía lo in, y no lo out: "Por fuera La luna, dentro el Abc"). Este artículo quedará obsoleto en cinco segundos: tic, tic…

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