Nada mejor para nuestros gobernantes que la docilidad y mansedumbre que a diario demostramos sus gobernados, los ciudadanos anónimos que sufrimos las fechorías de este sistema económico y político que hemos dado por bueno, sin rebeliones, aceptando todos los abusos a los que nos someten, tragando mansamente y con resignación espartana.

Nuestros gobernantes, no importa el color, tienen un chollo con nosotros. Rusia invade Ucrania, los telediarios hablan de la subida de los cereales y Bimbo y los panaderos, por citar algún ejemplo, ya tienen la barra congelada 10 céntimos más cara y el paquete de molde pequeño, pasando de 1 euro a un 1,35 euros en menos de una semana.

El aceite de girasol desaparece de las estanterías y algunas familias ya tienen cantidad suficiente para hacer la Ortigada Popular de San Isidro hasta 2040, mientras que las refinerías y gasolineras, que todavía están refinando petróleo de hace un par de meses y vendiendo combustibles pagados a precio antiguos, revientan el sistema casi duplicando los precios y provocando, además de por otras razones, el colapso del transporte de mercancías por todo el país.

Aborregados y mansurrones, eso es lo que somos, propiciando con nuestras actitudes que las grandes superficies multipliquen sus beneficios y que revienten al consumidor con una subida brutal de los precios de casi todos los artículos de la cesta de la compra, metiéndole a tutiplén un 10% y obligando a muchas familias a comer rancho barato y de escasa calidad. Los pobres cada vez más pobres, como siempre ha sido a lo largo de la historia de las civilizaciones.

Y es que ha llegado la hora del empresario especulador, del que quiere ganar todavía más aprovechando las miserias de los demás, utilizando la nueva amenaza de los despidos y pidiendo nuevos ERTE a los gobiernos para anunciar a fin de año que han batido records en sus balances económicos y en sus ganancias netas. Son millonarios carteristas de lujo.

Porque hoy he almorzado viendo en el telediario a criaturitas muertas y abandonadas en las calles de Kiev como si fueran perritos callejeros en tiempos del cólera, con no sé cuántos millones de mujeres y niños vagando por Europa buscando un lugar en el que descansar de las sirenas de los bombardeos y de los toques de queda.

Es la historia que se repite. Las guerras revientan a los pueblos y enriquecen a los sinvergüenzas, a los que siempre se han especializado en buscar la plata ante la necesidad de los más desfavorecidos. Y todo sube, los inocentes que mueren y los precios que se disparan para hacer más ricos a cuatro miserables sin escrúpulos.

Estamos en manos de mafiosos de postín, algunos hasta con corona, que lo mismo se enriquecen comisionando nuestros esfuerzos o vendiendo al pueblo la llegada del paraíso eterno. Lo que viene siendo una mancha de hijos de puta con pedigrí.

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