Crónica levantisca

juan manuel marqués perales

ADN de partido

En la cultura del PSOE, cuando se convoca un congreso, comienza a sonar 'La Cabalgata de las Valkirias', es inexorable

La tribuna de varios ex dirigentes del socialismo andaluz que publicó este diario el pasado domingo era de una diplomacia gandhiana: no se ataca a nadie y pretende un acuerdo con Susana Díaz para que ésta deje la secretaría general en el próximo congreso del PSOE-A. Aunque nadie se atreve a criticar el sistema de primarias, éstas son un desastre para la cohesión interna de los partidos porque dejan a la mitad de la militancia frustrada y apartada. Un congreso de integración evita estos males, tan elogiados como perniciosos.

Sin embargo, la dirección susanista ha entendido la tribuna como un ataque personal, y sus diversos portavoces han argumentado que eso no está en la cultura de partido. O no conocen su historia o pecan de victimismo, que es lo más seguro.

Si algo ha distinguido al PSOE desde su fundación, a diferencia de lo sucedido en otros partidos de la izquierda como el PCE, es que todos su debates han sido públicos, se han dejado actas, tribunas y miles de declaraciones. Desde que Jaime Vera discutiese con Pablo Iglesias por la participación del partido en una comisión de asuntos sociales creada en un Congreso donde aún no estaban representados, el PSOE ha vivido de polémica en polémica. Lo lleva en su ADN y siempre ha sabido reconducirlo, por eso el PSOE no se ha roto. Todo lo contrario, absorbió al PSP y se alío con otros partidos catalanes en esto que se llamó PSC.

A la cuestión que enfrentó a Jaime Vera con Iglesias sobre la alianza con los republicanos siguió la de Indalecio Prieto. El bilbaíno llegó a ser expulsado del partido en 1898 porque se presentó a las municipales con los republicanos, y no hubo más remedio que readmitirlo años después porque Pablo Iglesias consiguió, por fin, su acta de diputado en 1910 en coalición... Sí, con los republicanos.

Don Inda y Largo Caballero seguirían en otras batallas internas, con algunos tiros de por medio, a las que siguieron las de Negrín con Julián Besteiro al final de la Guerra Civil, la de Llopis y Felipe González, la de González y Guerra y hasta la de Susana Díaz con Pedro Sánchez; ésta de mucho menos enjundia que las anteriores y, afortunadamente, más pacífica.

En la cultura del PSOE, como en la de otros partidos, pero sobre todo en la socialista, cuando se convoca un congreso, comienza a sonar la Cabalgata de las Valkirias, las discusiones y los posicionamientos son inexorables. Los artículos y declaraciones, también.

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