Análisis

Joaquín Aurioles

El vigor de la economía andaluza. Ficción o realidad

Se oye de un tiempo a esta parte que la economía andaluza tiene más vigor que la española y que el futuro está en el sur. Seremos la locomotora económica de España, decía hace unas semanas el presidente de la Junta, que insiste sobre la espectacular demografía empresarial de la comunidad, desde que los autónomos crecen aquí más que en ninguna parte. Pero, ¿qué hay de cierto y de ficción en estas afirmaciones?

La proverbial inclinación de los políticos a apropiarse de las bondades invita a la suspicacia. Lo de los autónomos es un buen ejemplo, dado que su incremento en Andalucía no parece tanto el resultado de un arrebato emprendedor, como una consecuencia adversa de la subida del salario mínimo, que invita a las empresas a prescindir de trabajadores por cuenta ajena, es decir, asalariados, allí donde la productividad es insuficiente, y a sustituirlos por trabajadores por cuenta propia, es decir, autónomos. Sí nos parece relevante la eliminación de burocracia y la reducción de los costes fiscales y de ineficiencia característicos de una administración autonómica con sobrepeso. Lo han reconocido algunos de los prestigiosos participantes en la recién concluida tercera edición del Andalucía Investors Day. También el clima de estabilidad política existente, cada día más aceptado como fuente de ventajas competitivas frente a otros territorios en la captación de inversión nueva y al que contribuyen tanto las formaciones de la coalición de gobierno como la oposición. Seamos optimistas, pero sostener que todo esto es suficiente para abandonar la cola y aproximarnos a pasos agigantados a la cabeza del pelotón suena excesivo. Veamos las distancias y luego cuánto corre cada cual.

Para lo primero utilicemos el PIB por habitante. En 2019 (dejemos por el momento la excepcionalidad de 2020) era de 19.633 euros en Andalucía. El segundo más bajo de toda España y a una distancia de 6.787 euros (25,7%) de la media española. Si nos fijamos en el mercado de trabajo, la tasa de paro en Andalucía en ese año era 21,2, también la segunda más elevada y un 50,2% más alta que la de España. No todo es tan adverso, pero si buscamos otras comparaciones encontraremos resultados similares en casos como la productividad, el nivel de formación, los equipamientos sanitarios y educativos, los resultados de la educación, la inversión en I+D, etc. La impresión es que será difícil recortar tanta distancia en tan variada gama de características estratégicas, salvo que muchas cosas pudieran cambiar lo suficientemente rápido.

Lo ocurrido desde 2008 es que Andalucía fue más perjudicada que el resto por la crisis que se inició aquel año y que su recuperación fue más lenta, pero también que ha resistido mejor durante la pandemia. Es interesante que tanto la economía como el mercado de trabajo andaluz hayan sido menos volátiles que en España, pero ¿es suficiente para apostar por ella como futuro campeón de la economía española? Me temo que no. Y más si el gobierno central no ayuda. Hasta algo de vértigo da que los vagones adelanten a las locomotoras, pero también ilusiona y, al fin y al cabo, el mundo es de los que se atreven (Chaplin).

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