La nostalgia se activa con la muerte. La intocable infancia regresa cada vez que uno de nuestros mitos se marchan de verdad. Ocurría el sábado con Antonio Mercero, un creador de ilusiones, un imán de miradas de millones de españoles. Una pandilla de niños en bicicleta veraneando en Málaga fue suficiente para emocionar a toda una generación. Una serie que hoy, estoy casi seguro, no atraparía a los pequeños. Esos que a diferencia de nosotros no tendrán el día de mañana una nostalgia televisiva común. Decenas de canales, cientos de series. No podrán converger como nosotros en conversaciones marcadas por la añoranza de un solo canal y todo un país llorando a un viejo marinero apodado Chanquete. Cuando sean puretas hablarán de sus cosas, de sus tiempos, claro está. Pero nunca con el sabor de aquello que a sus padres unió en las tardes de verano frente a la tele.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios