La primera vez que me marché de aquí, que me fui de verdad, lo hice como si de una huida se tratase. Ni mucho menos escapaba de nada ni de nadie, más bien perseguía unas ansias de mundo y un camino a un futuro que paradójicamente me trajo de vuelta a casa. Fue de segundas cuando empecé a valorar lo que tenemos, la comarca y sus innumerables virtudes, cuando por fin exploré, disfruté y me sacié de esta tierra y me quedé prendado. Por aquel entonces, cuando desplegué las alas, se hablaba poco de narcos, que los había aunque no pasaban de ser gayumberos. Por aquel entonces uno podía hacer vida normal y ganarse el pan de manera honrada como muchos miles seguimos haciéndolo ahora. Las malas y desinformadas lenguas podrán ensuciar nuestra imagen, al menos durante un tiempo, pero en nuestra responsabilidad, la de todos los buenos ciudadanos, está el demostrar que el Campo de Gibraltar está por encima del inframundo de la droga.

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