Ayer, tras la última reunión del año del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi confirmó que el programa de compras de activos se daba por terminado. Tal y como estaba previsto, las compras netas cesarán este diciembre. El saldo final es espectacular: desde marzo de 2015 el BCE ha comprado bonos por más de 2,6 billones de euros, de los que el 80% han sido bonos soberanos. De España, en concreto, 259.000 millones, más del 22% de toda nuestra deuda pública. Y llega el final y llega su aprobación, ambas cosas al mismo tiempo. Ha querido el destino que esta misma semana este programa reciba las bendiciones del Tribunal de Justicia de la Unión Europea: Draghi hizo lo correcto.

La finalización llega en un momento complicado: el crecimiento de la zona euro se ha ralentizado. Draghi así lo reconoció y comunicó crecimientos previstos para los tres próximos años, ligeramente a la baja: 1,7 %, 1,7% y 1,5 %. En cuanto la inflación, las estimaciones del BCE son del 1,6%, 1,7% y 1,8%. Tampoco los riesgos que ahora mismo están presentes han sido determinantes para que retrocediera en la decisión, aunque la guerra comercial/tecnológica entre EEUU y China, ese Brexit que no termina de aclarase, las crisis de algunos países emergentes, la complicada situación de una Italia estancada o la conflictividad de Francia supongan un entorno más desafiante para la zona euro.

Pero volverse para atrás hubiera sido incluso contraproducente. En economía las expectativas lo son todo. Además, sigue disponiendo de un arsenal enorme. El balance no va a incrementarse, pero sí va a mantenerse, reinvirtiendo el importe de los bonos que venzan todo el tiempo que sea necesario, incluso hasta después de la subida de tipos. Ayer no aclaró más la política de reinversión, pero previsiblemente será en deuda pública, cambiando bonos de vencimiento a corto plazo por otros a medio y largo plazo, para conseguir reducir los tipos de largo plazo. O incluso vendiéndolos antes de vencimiento para conseguir mayores plazos, como ya hizo la Reserva Federal -operación Twist- en 2011. También tiene en su poder administrar el calendario de subidas de los tipos oficiales y manejar la disponibilidad de préstamos a largo plazo para los bancos de la zona euro.

Por tanto, nuestras economías van a seguir estimuladas por mucho tiempo. Y esas medidas de política monetaria tan agresivas han supuesto, y seguirán suponiendo, una ayuda a los estados de la zona euro por la puerta falsa. De ahí la denuncia que interpusieron en su día un grupo de alemanes: los estatutos del BCE le prohíben que apoye directamente a los gobiernos comprándoles deuda pública. Ahora, los jueces de la UE le han dado legitimidad a este programa: no ha sido una ayuda directa -las compras no se han producido en el mercado primario- y además esas medidas eran fundamentales para que el BCE cumpliera su mandato. La apelación constante de Draghi a los estados para que sean rigurosos con la disciplina fiscal, lleven a cabo las necesarias reformas estructurales, constituyan colchones fiscales o completen la Unión Bancaria es su forma de intentar evitar que la Historia le dé en un futuro la razón moral a los demandantes.

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