Análisis

Gumersindo ruiz

Y saldremos a ver las estrellas

Afinales de julio participé en la sesión organizada por la Universidad de Málaga (UMA) y Edufinet, el proyecto de educación financiera, sobre aspectos sociales de los bancos centrales y su política monetaria. Los profesores Salvador Pérez Moreno (organizador, UMA) y Juan Francisco Albert (de la Universidad de Valencia) destacaron cómo la política de tipos de intereses muy bajos y dinero sin límites que lleva a subidas en las bolsas aumenta las desigualdades; también los negocios que se han beneficiado de la pandemia se expanden, pues tienen mayor capacidad de compra y de endeudamiento. Credit Suisse informa que en 2020 se han acumulado 28,7 millones de millones de dólares en inversiones financieras de todo tipo, buena parte especulativas, y que la relación entre riqueza y endeudamiento del 1% más rico ha pasado del 15% al 25% en los últimos 10 años. La política monetaria favorece claramente al deudor inversor y perjudica al ahorrador que no puede asumir riesgos.

Sin embargo, la riqueza puede concentrarse y disminuir la pobreza, por movimientos entre las clases pobres y medias. Los bancos centrales se defienden diciendo que los endeudados hipotecados pagan menos por sus préstamos, se facilita el consumo, la creación de empleo y el crédito a empresas. Además, las compras de deuda pública permiten a los gobiernos hacer frente a la crisis; España, por ejemplo, sólo paga un 0,3% por su deuda a 10 años, e Italia un 0,6%, una muestra también de la confianza en el Gobierno. Natalia Martín, del BCE, José María López, de Edufinet y yo mismo detallamos las nuevas sensibilidades de los bancos centrales respecto al medio ambiente, responsabilidad social y visión a largo plazo de los negocios, incorporándolos en el análisis y concesión de crédito, frente a una visión conservadora de que esto no es misión de los bancos centrales.

Dentro de unos días se cumplen 700 años de la muerte de Dante Alighieri, poeta de poetas, político, médico y farmacéutico, que puso las estrellas como guía en su pobre vida de exiliado por las guerras papales, apartado veinte años, hasta la muerte, de su mujer e hijos. "Y entonces salimos a volver a ver las estrellas", dice el último verso de su Infierno, donde una nueva luz de esperanza deja atrás las tinieblas. También en el último verso del Purgatorio quiere renovar el alma y estar: "Puro y dispuesto a salir hacia las estrellas"; y asimismo es de estrellas el último verso del Paraíso y de la Divina Comedia: "El amor que mueve el sol y las otras estrellas". Hoy, sólo ocasionalmente podemos ver las estrellas, pues el 60% de los europeos están privados de ello por el exceso de luminosidad en las ciudades -contaminación que junto con el ruido ignoran las autoridades locales-; tampoco parece que el purgatorio por el que muchos están pasando vaya a servir para renovar la forma de producción y ser una esperanza de convivencia. Nos queda el amor, mecanismo impulsor del mundo y de la vida, y más prosaicamente la buena disposición de personas que desde la poesía o la política, un banco central, la profesión o la empresa responsable, miran lo positivo, lo nuevo, del tránsito del infierno al purgatorio, y a lo que podría ser, si no un paraíso, un planeta algo más amable.

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