Había visto muchos desfiles en mi vida, pero ninguno como aquel. "Te gustará", me habían dicho en la redacción. No se equivocaron. Aquellas mujeres eran mucho más que moda flamenca: eran sevillanas, eran baile, sonrisas, pura energía. Estamos hartas de la visión negativa que se le da al cáncer, me había dicho una templada Sandra Ibarra después del evento. "¿Por qué no despojamos al cáncer", dijo remarcando esta palabra, "de la visión catastrofista que tiene? Desde la asociación hemos creado una página web para llenarla con discursos positivos de muchas mujeres que han pasado y pasan por la enfermedad, porque nos hemos dado cuenta de que hace mucha falta". Claro que tiene partes malas, pero no todo lo es. Escuchándola, y mientras el compañero gráfico hacía su trabajo, pensé en las cosas buenas que el cáncer había traído a mi casa. Muchas. Innumerables. Más de las que la gente es capaz de entender.

El cáncer te cambia la forma en que concibes el mundo. Es como si ralentizara el tiempo, como si los detalles empezaran a tener más protagonismo, o todo el protagonismo, más bien. Recuerdo muy bien la rescción de mi padre cuando nos enteramos de que mi madre estaba enferma. También recuerdo cómo apretaba su mano porque, y esto lo sé porque lo conozco bien, siempre ha tenido más miedo que ella.

El cáncer te cambia, a veces haciéndote mejor persona, menos frívolo, más consciente de que esto, queramos o no, se nos acabará alguna vez y puede que nuestro último día sea mañana. Te enseña a convivir con el miedo, que es humano y a superar el apego que tienes por algo que en el fondo no es más que un elemento más. Se puede vivir sin un pecho. Esa es la verdad. Una puede ir a la playa y lucir escotes y la gran mayoría de la gente apenas reparará en que un día pasaste por un quirófano. Se puede estar preciosa sin lucir melena y también rebosante de energía mientras te encuentras superando los embates de las noches de insomnio y el malestar. También se puede sentir alegría en vez de pena, entrenando la mente y disgregando el discurso para recordarnos que tenemos que celebrar la vida y estar agradecidos, porque esto es una valiosa oportunidad para exprimir cada momento.

Todas las cosas buenas que el cáncer ha traído a mi casa, pensaba yo mientras escuchaba las declaraciones de aquellas mujeres que nos emocionan. Una de las mejores, quizás, sea la forma en que mi padre volvió para mirarla. Esa es la más valiosa. Sin duda. Esa mirada apareció tras muchos años, cuando mis hermanos y yo nos enteramos de que mi madre estaba enferma. Lo recuerdo muy bien porque afortunadamente el cáncer se fue hace algunos años, pero la mirada, esa mirada, permanece atenta e incandescente justo igual que el primer día. Y creedme, es maravilloso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios