HAce años un compañero se fue de vacaciones a Chicago. Lo hizo porque su mujer es profesora de inglés y habla la lengua de Shakespeare de maravilla. Mi amigo abre la boca en los EEUU y acaba dentro de un patrulla como sospechoso de pertenecer a una tribu afgana con intenciones terroristas. Salieron a mediodía. Visitaron el centro. Quedaron maravillados. Los rascacielos, la amplia oferta gastronómicas, las grandes avenidas... Cayó la tarde y regresaron al hotel. Se asearon y picaron algo en el establecimiento. Nada más terminar, era medianoche, se dirigieron a la puerta para tomarse una copa en una ciudad que, en ese momento, refulgía de luces en las alturas y de patrulla en las calles. "¿Dónde van?", preguntó uno de los vigilantes de la puerta. La respuesta fue obvia. "A tomarnos algo aquí cerca...", respondió su esposa. La contestación fue: "Les ruego no lo hagan, la gente se ha ido a sus casas del extrarradio y quienes quedan ahí son capaces de robarles la cartera y dispararles para que simplemente no les reconozcan". Se dieron media vuelta. Conclusión: cuidemos el centro.

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