Análisis

helena arriaza

El otro sí quiero en la temporada de bodas

De repente, bodas por todas partes. Atrás quedó el tiempo de pandemia donde se frustraron los eventos. El amor vuelve a celebrarse, y ya cualquier mes es bueno para darse el sí quiero.

Los fines de semana, sólo hay que hojear estas páginas, están repletos de celebraciones de amor, las redes sociales inundadas de fotografías de novios e invitados exultantes por el gran día, en las calles los desfiles con las mejores galas son constantes. Amigos, familiares, conocidos… Seguro que hay alguien a tu alrededor buscando modelito, preparando una despedida de soltera, ultimando los preparativos de su enlace. Lejos van quedando los sonoros divorcios de la pandemia, ahora silenciados por las bodas ante las que hay más ganas que nunca.

Entonces, en un ejercicio de fantasear, te preguntas... ¿me casaré algún día? Y te imaginas cómo, cuándo, dónde y con quién festejarías ese día inolvidable.

Hasta la que siempre ha dicho que jamás se vestiría de blanco, en algún instante llega a imaginarse en esa situación cuando está al lado de la persona que le completa. Si llega o no, es toda una incógnita, y al final te das cuenta de que en el fondo, una boda es lo de menos. Que sí, que es un momento romántico, de compartir, de reencuentros. Pero más allá de ese sí quiero, hay otros todavía más importantes.

Porque esas dos palabras se pueden resumir en otras dos, que son compromiso y evolución. Eso es lo que habría que celebrar a diario, que esos sí quiero existen. Lo más importante, que estén presentes con una misma. Porque es la forma de que también existan con los demás y de que las ganas ganen a los miedos. Y fundamental también, que existan de los demás hacia ti. Porque solo entonces, la balanza se equilibrará hacia el lado del sí.

Ya se lo preguntó Carrie Bradshaw en una de sus frases inolvidables de Sexo en Nueva York. "Y al quitarme el vestido de novia, no pude evitar preguntarme, ¿por qué estamos dispuestas a escribir nuestros votos, pero no nuestras propias reglas?".

Y al final, esa es la clave. Que ante todo, cuando hagamos promesas, tengamos claro en qué punto estamos, hasta dónde estamos dispuestas a llegar y por dónde no vamos a pasar. Porque solo así haremos (y nos harán) promesas que no solo valgan en los votos de una boda. Que valgan para un día a día en el que ese compromiso, esa evolución y esas ganas den paso a una vida juntos. Y si cuando tú tienes claro el sí de la otra parte suena un no, la conciencia quede tranquila porque tú sí quisiste ese compromiso y esa evolución que aunque otros no aceptaron, tú jamás perderás contigo misma.

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