Análisis

Roberto Pareja

Un pollo sin cabeza

Torra es un activista devenido en político que se va de forma abrupta como sus antecesores

La gente atribuye los infortunios del mundo a las conspiraciones y a las maquinaciones de los malvados, pero se subestima la estupidez. No me pregunte por qué, pero a la vista de los últimos acontecimientos en Cataluña me asalta a la cabeza esta frase del escritor argentino Adolfo Bioy Casares.

Ayer fue un día muy triste para Cataluña, con el primer president en activo inhabilitado. Por negarse a retirar una pancarta del balcón del Palau de la Generalitat. Es decir, por contravenir la ley. Y es el tercero consecutivo que concluye su mandato de forma abrupta.

A Artur Mas (con él empezó todo el lío del procés), que también acabó inhabilitado por la consulta del 9-N del 2014, aunque ya no era jefe del Govern, lo echó la CUP, que se negó a investirlo bajo ningún concepto en 2016. Tuvo que tirar la toalla y designó al entonces alcalde de Gerona Carles Puigdemont.

La CUP se lo puso complicado desde el minuto uno. Le tumbó los Presupuestos del 2016 y aprobó los del 2017 a cambio de celebrar un referéndum de autodeterminación, que se fijó para el 1 de octubre de 2017. Puigdemont se comprometió a aplicar el resultado, claramente a favor del sí, aunque la participación no llegó al 50%. Después de una huelga general que coincidió con el mensaje del rey Felipe VI que justificaba y daba alas al "a por ellos", finalmente el Parlament aprobó una declaración de independencia que se quedó de inmediato en agua de borrajas y ha dejado a doce líderes independentistas en prisión mientras el president ponía pies en polvorosa hacia Bruselas.

De los tristes polvos de Mas y Puigdemont pasamos al lodo de Quim Torra.

"Yo escribí para que me quisieran; en parte para sobornar y, también en parte, para ser víctima de un modo interesante; para levantar un monumento a mi dolor y para convertirlo, por medio de la escritura, en un reclamo persuasivo". La frase es de Bioy Casares y no me pregunten por qué pero también me viene a la cabeza al glosar la figura del depuesto, un activista en toda regla que cumplido su misión (consagrar el victimismo de los victimarios) con creces.

Torra ha actuado durante años como un agitador dedicado a alimentar el odio contra los españoles, "bestias carroñeras con forma humana" a su decir. Y el activista se va con la misión cumplida. Ahí están las calles catalanas agitadas entre malos humos victimistas.

Cataluña se ha quedado sin president y ERC y JxCat están pactando la gestión del interregno interlectoral. Y no tienen ninguna prisa. Se trata de dejar correr el reloj hasta que los plazos legales digan basta, allá principiado febrero. De por medio, la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, la mesa bilateral entre Moncloa y Generalitat o la reforma del Código Penal. A los dos gallitos del corral independentista sólo les vale una amnistía, no una simple rebaja de las condenas por sedición para los presos del procés, con la tramitación de los indultos a toda máquina.

En definitiva: Cataluña se ha quedado de nuevo sin president y no hay mucha prisa por buscar un recambio en las urnas. Entre la pandemia y los diversos intereses partidistas vuelvo y me quedo con la aguda reflexión de Bioy Casares: la estupidez es un arma invisible de destrucción masiva.

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