La palmera y el Sr. Morón

Morón merecería que se le homenajeara en una actuación conjunta de los ayuntamientos

Clos pequeños gestos son importantes. Te ayudan a la percepción de la personalidad de quien los hace. Un mes atrás, mal contado, firmé en este periódico un comentario inducido por mi viejo amigo Manuel Gutiérrez Alonso, sobre una palmera abandonada a su suerte, a su mala suerte, en Algeciras. Su ubicación en una de las zonas más transitadas del paseo marítimo -cerca de la rotonda de la calle Trafalgar- no ayuda nada a su protección ambiental. Parece ser que aun estando en zona portuaria, el cuidado de nuestra palmera corresponde, por convenio, al ayuntamiento. Unos días antes de publicar mi pequeño relato sobre el estado de abandono de la palmera, se lo comenté personalmente a dos importantes concejales, uno de los cuales me aseguró que iría a constatar la vigencia de mi historia. Ignoro si lo hizo. El caso es que -me ahorro detalles- mi comentario llegó al presidente de la Autoridad Portuaria (APBA), Manuel Morón Ledro.

No creo necesario referirme a la impresionante labor que este sevillano de Lora, ingeniero de caminos, canales y puertos, ha realizado en el litoral de la comarca. Estos días se ha asomado más de lo habitual a los medios, tal vez por cumplirse ya dos décadas desde que lo designaron para la tarea. O quizás por su desesperación, que tantos compartimos, a la vista de la pasividad mantenida por el Gobierno, por éste y por los anteriores, ante la urgente modernización del acceso ferroviario al Campo de Gibraltar. Si bien podríamos discutir, siempre con la cautela que aconseja la ignorancia, sobre determinados aspectos del desarrollismo desplegado de las instalaciones portuarias; Morón merece el homenaje entusiasta de todos, y no estaría de más que ese homenaje debido se materializara en una actuación conjunta de los ayuntamientos para rendírselo oficialmente. A su iniciativa, conocimientos técnicos, actitud y dedicación se debe mucho de lo que es esa espléndida realidad: uno de los complejos portuarios más importantes del mundo.

Pues este señor, acerca de cuya bonhomía y capacidad no tenía duda, se ocupó del particular como si de cosa suya se tratase, y dispuso lo necesario para que la maltratada palmera se recuperara. En pocos días unos operarios dependientes del puerto procedieron a la limpieza y poda de la palmera, cuyo aspecto ahora da gusto contemplar. Sólo falta que abran su aposento liberándolo del ahogamiento de asfalto que padece. Ojalá nuestro admirado Sr. Morón se dé cuenta de este importante detalle adicional.

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