Una ofensiva inteligente, por lo inadvertida, ha terminado convenciendo a muchos (probable y lamentablemente, una mayoría) de que los sindicatos no es que no sirvan para nada a la hora de resolver los problemas de los trabajadores, sino que directamente contribuyen a aumentarlos. Las mismas centrales no han sabido hacer precisamente a que su prestigio crezca, y están perdiendo claramente el partido, sin que aquí quepa ni por asomo echarle la culpa al árbitro. Lo peor de esta historia es que, a la vez, somos los trabajadores los que estamos siendo derrotados poco a poco, y muchos de los que fueron derechos arrancados con lucha, y hasta con sangre, están llegando a ser considerados privilegios o simplemente lujos inasumibles para una sociedad moderna. La falta de memoria, la ausencia de educación sobre lo que este mundo era para la mayoría antes de la aparición de los sindicatos está siendo fatal para todos.

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