Análisis

Tacho Rufino

La leyenda de Montoro

La facilidad del BCE, las ayudas por la pandemia y las noticias de la vacuna auguran años de un 'Estado grande' y provisorEl artífice del eterno presupuesto está en paz y asegura un cambio de paradigma

Anteanoche escuché a Cristóbal Montoro en La brújula, en Onda Cero. Mientras, el presidente Sánchez hacía de nuevo malabares para retirar a los ya legendarios presupuestos del ministro jiennense del PP, que por cierto bautizó parlamentariamente al propio Sánchez en el debate de dichos presupuestos, nada menos que en 2014; aún Sánchez no había sido fulminado por la baronía de su partido, ni resucitado en un alarde de resistencia, también legendaria. Un revolcón dialéctico que puso a cada uno en su lugar, también en la respectiva condición de economista. Ahora, el presidente juega la fase final de un tetris en el que encajan -es un decir- asaltantes del cielo con carteras ministeriales y pagas de diputado mejoradas, gente que se quiere separar de España por el nordeste y estuvieron detrás del golpecito de Estado que quiso ser pero no fue, otros norteños de mayor alcurnia que quieren lo mismo pero recogen nueces de plomo siempre que hay ocasión, y por eso no tienen prisa por independizarse; otros más, los herederos de los que dispararon las nueces y ahora dicen que van a Madrid a "tumbar el sistema"; y puede que también los maestros de no estar dentro ni fuera, con una Arrimadas que está más bien arrinconada. El gazpacho es na más que menúo, que dicen en el pueblo de mi abuela. En fin, es la democracia parlamentaria. Pero sobre los presupuestos -que son de emergencia, eso sí- no hizo sangre Montoro, aunque sí recordó que el totum revolutum, la alta crispación y las embestidas independentistas de las regiones ricas dan una muy inquietante imagen de España al exterior. Ese exterior que nos va a salvar el cuello.

Montoro habló de alta economía, y no de baja política, o sea, de intercambios de estampitas y porcentajes. Transcribo de memoria. Puso el toro en suerte: con colosales inyecciones de dinero público que no tienen precedente, con la barra libre del BCE para que los países de la Eurozona hagan dinero colocándole los bonos a Fráncfort, creando el banco central dinero de una manera más o menos física, sin que esto cree inflación como sería ortodoxo... ¿cuánto tiempo se podrá mantener esta situación? Según el ex ministro (cuya voz emanaba relajación, cosa impropia en él, su él de capataz presupuestario de un país casi en la ruina), entramos en un cambio de era, o como prefirió decir, "un nuevo paradigma", o sea, un estado de cosas esencialmente distinto del anterior.

En el nuevo modelo económico parido por la Gran Recesión y la pandemia, el Estado se hace más fuerte y es en buena medida fuente de seguridad, y más aún el Supraestado comunitario: cabe decir gracias, con la boca medio cerrada. La tecnología suple a la fuerza humana de trabajo, sin que los aparatos paguen cotizaciones ni impuestos personales. Los impuestos, por tanto, tienden a subir de todas, todas. En la cesta de tipos de impuestos está la clave. Son las empresas, y no el Estado, las que deben proveer de empleo y riqueza a los territorios.

Montoro se marcó un ceteris paribus, y obvió en su análisis a China, a Estados Unidos y a sus también colosales -como nunca- empresas tecnológicas (quien diga que EEUU está en decadencia, yerra). Más Estado provisor, que se alimenta de dinero gratis (sólo hay que pagar intereses, la financiación se renueva y se renueva); más impuestos, más empresa, más tecnología. Una especie de reedición del modelo escandinavo en el XXI comunitario... ¿o lo es del comucapitalismo chino? La vacuna que viene, por último, contribuye a que este esquema de Estado grande pueda mantenerse unos años más. Sin ella, en un cosmos movido por las expectativas, como es la economía, este edificio que Montoro describe no haría sino generar pobreza, desigualdad e inseguridad.

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