Siempre hemos sospechado que los duendes (¿elfos?) de Papá Noel no tenían todas sus horas en regla y que la seguridad en esa cadena de montaje durante el mes de diciembre dejaba mucho que desear, por no hablar de las quejas de los colectivos animalistas, alarmados ante el brutal rendimiento de los renos en las entregas. A esto hay que sumar los Reyes Magos y la relación esclavista que mantienen con sus pajes (¿porteadores?) y de serio abuso con sus camellos (¿dromedarios?). Que los pequeños ayudantes de la Navidad se declararan en huelga era sólo cuestión de tiempo. Una oportunidad para reflexionar a todos aquellos que hayan (hayamos) sucumbido ante los regalos con envoltorio color Tiffany, pero que no son de Tiffany, en estas fiestas de Pascua y Epifanía. Yo, en la huelga de la macro-micro-economía-colaborativa-robótica y transversal, estoy con duendes y pajes. Ni una queja.

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