La revolución burguesa vino de la mano de la revolución francesa y de ambas surgió el capitalismo burgués. Algo así como un nuevo orden económico que terminaría imponiéndose en el conflicto entre los revolucionaros ideales de igualdad y libertad. En un lado, los defensores de la prevalencia del primero, la igualdad, en cuyo nombre se justificaba la represión de la libertad. En el lado opuesto, los defensores de todo lo contrario. La guerra de eslóganes electorales nos recuerda que se siguen esgrimiendo las mismas espadas de siempre. La de la igualdad, en manos de la izquierda y la de la libertad, en la derecha.

Señalaba David Ricardo (1817) que la tierra es casi el único agente productivo de la naturaleza "que una categoría de hombres toma para sí, con exclusión de los demás". El principio de exclusión es un fundamento básico del derecho de propiedad y del capitalismo, en evidente conflicto con el "superior objetivo de igualdad", que proclama una parte del espectro político.

En la guerra de eslóganes de las elecciones madrileñas, la derecha sigue utilizando el reclamo de la libertad, mientras la izquierda se arroga el derecho de añadir la bandera de la defensa de la democracia a la de igualdad. El correlato podría ser que, puesto que en democracia cada persona es un voto, mientras que en el mercado el valor del voto depende de la economía del votante, el mercado se convierte en un obstáculo hacia una sociedad más justa. El progreso social exige, por tanto, fijar límites al mercado como recurso al que acudir para satisfacer las necesidades individuales y ampliar el espacio de intervención del estado, como defensor de los intereses de los más débiles.

Frente a este potente mensaje, el eslogan de la derecha esgrime dos argumentos igualmente poderosos y en ambos casos con importante fundamento empírico. El primero, lleno de referencias al comunismo, recuerda que la igualdad entendida como lo mismo para todos, con independencia del esfuerzo y el mérito, es profundamente injusta y siempre ha necesitado reprimir la libertad individual para resultar viable, sin conseguir erradicar los privilegios de clase. El segundo, que las sociedades más libres son también las más prósperas y con mayores oportunidades para un más amplio espectro de la población.

El Índice de Libertad Económica ofrece evidencia robusta de correlación entre ingresos per cápita y libertad. Los datos de 2020 para 180 países indican que las sociedades más libres son el doble de prósperas que la media y cinco veces más que las menos libres. Entre las primeras, Singapur, Hong Kong, Nueva Zelanda y Australia, y en el extremo opuesto, Eritrea, República del Congo, Cuba, Venezuela y Corea del Norte. España figura (puesto 58) entre las consideradas "moderadamente libres", lastrada por el peso del gasto público y el endeudamiento.

Puede que la aspereza del debate político se deba al diferente medio en que cada contendiente pretende que arraiguen sus mensajes. La izquierda en el de la razón utópica de la justicia social y la derecha en el de la contundencia de los hechos. Dos alternativas poderosas que dejan escasas posibilidades de maniobra a los ambidiestros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios