La gala de la Asociación de la Prensa

De González Otal he recibido una lección magistral de bonhomía y honestidad

Asistí el viernes, invitado, a un acto laudatorio en el que se homenajeaba a dos figuras de la comunicación de especial relevancia en la comarca. Lo curioso es que estos homenajes no trascienden demasiado; de hecho, he de confesar que supe de ellos el pasado año por estas fechas porque se homenajeaba a José Pérez Martínez, que ha hecho del periódico, ahora digital, ÁREA, una referencia obligada cuando se escribe o habla sobre Gibraltar. Condiscípulo y amigo entrañable, los artículos de Pérez Martínez -que se firma P. Martínez- han sido para mí, desde siempre, una lectura grata y deseada, por su buena factura literaria y por sus contenidos.

En el acto, promovido por la Asociación de la Prensa del Campo de Gibraltar (APCG), se imponía a Maribel Martínez Manuel y Sergio González Otal, la medalla de oro de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). Es importante anotar que tratándose, como es el caso, de dos figuras relevantes, sus trayectorias profesionales son de ejecutorias muy diferentes. Maribel ha sido una periodista de amplio espectro en medios de hechuras diversas, y Sergio un alto directivo de la Cadena SER que, como nadie ignora, es la empresa de radiodifusión española más importante de todos los tiempos, proyectada hoy a Hispanoamérica y presente en todos los reductos de la geografía nacional.

Conozco a ambos, a Maribel no en la dimensión que conozco a Sergio, pero sé de ella y de su entorno, también ligado a la información en prensa, radio e instituciones. La adolescencia de Maribel trascurrió rodeada de fotografías y crónicas, y ella se insertó en la escena convirtiéndose en parte de ella. Sergio está en mis proximidades, o yo estoy en las suyas, desde los años en que convirtió una Radio Algeciras muy nuestra, muy ceñida a nuestras cosas, en una inmensa ola que, de un modo u otro, llenó de buena espuma a todas las ondas de la gran cadena en la que se insertó en la década de los años sesenta del pasado siglo.

De mi conocimiento personal, intenso, de González Otal he extraído una lección magistral de bonhomía, de honestidad y de disponibilidad para el bien hacer y para el bien estar. Su amistad me ha servido de ejemplo permanente y mi admiración por él es patente ante cualquiera que nos observe.

Los reconocimientos prestigian a las instituciones, precisamente con la catadura moral y la categoría de los distinguidos. La APCG, ha ganado mucha altura en la escala de las calidades con las sabias decisiones que ha adoptado.

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