Análisis

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No a la ficción y fantasía política

El discurso fantástico, de política ficción, de Pedro Sánchez no ha convencido. No ha generado confianza ni en sus socios preferentes. El Congreso de los Diputados, en su primera votación, ha rechazado su candidatura. Pedro Sánchez ha actuado desde la ficción, como si la investidura fuera una obligación de otros, como si tuviera mayoría absoluta, como si no temiera unas nuevas elecciones. Ha sido un discurso electoralista, ambicioso y ampuloso, bajo el eslogan de La gran transformación de España. Un discurso utópico pero moderado, con el suficiente contenido social como para satisfacer las expectativas de Unidas Podemos.

Un programa moderno, ambicioso, actual, que recoge todas las aspiraciones de la actual socialdemocracia europea e internacional. Un programa de gobierno construido sobre seis ejes: lucha contra el paro y la precariedad salarial, pensiones dignas, liderazgo en la transformación digital, la innovación y la educación, liderazgo ante el reto climático, igualdad de género, lucha contra la desigualdad social, y más Europa. Un programa utópico que apuesta por los grandes retos de un mundo en transformación en los próximos treinta años, pero que olvida los desafíos y desequilibrios de hoy: el paro, la deuda y el déficit públicos, la baja productividad y competitividad y la pérdida de potencial de crecimiento de España.

Un programa que implica un excepcional aumento del gasto público, pero que no dice cómo y con qué ingresos se pagará. Un programa que evita hablar de política fiscal, de ajustes y de impuestos. Un discurso que elude el gran problema catalán. Un programa que obvia hablar de las reformas pendientes necesarias para hacer frente a los grandes desequilibrios actuales. No se habla de eliminar las causas de la baja competitividad y capacidad de creación de empleo. No se habla de reformas que mejoren la baja eficiencia de la administración pública, el funcionamiento del mercado de bienes y servicios, la eficiencia del mercado de trabajo o el alto costo de la energía. No se habla con sinceridad de las medidas de ajuste necesarias para garantizar la sostenibilidad del hoy insostenible sistema de pensiones.

Para poder construir esa gran cúpula de ambiciosos objetivos de futuro, es una condición previa y necesaria reducir el déficit estructural y la alta deuda pública. Un programa ambicioso para los próximos 30 años construido sobre la debilidad de los grandes desequilibrios actuales, sin reformas estructurales que los aborden, no deja de ser una ficción, una fantasía, y si son conscientes, un fraude a la sociedad, una gran mentira. Es lícito desear llegar al Gobierno de la nación, pero no a cualquier precio. El tiempo apremia, la desaceleración de la economía mundial apenas se ha iniciado, los bancos centrales, preocupados por una posible recesión mundial, se disponen a retomar las políticas monetarias expansivas, los conflictos geopolíticos se reavivan y la incertidumbre aumenta. Es el tiempo de políticas responsables. No hay tiempo para la fantasía, la ficción, la utopía o la complacencia. Es el momento de las políticos sinceros y responsables.

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