Análisis

Alberto Pérez de vargas

De la feria de la línea

La plaza de toros de La Línea, de 1881-1883, se diseñó sobre la base de un polígono de 49 ladosIgnoro si el ilustre arquitecto Adulfo del Castillo tenía una pasión oculta por el 49

Hace demasiado tiempo que no visito la Feria de La Línea, pero la siento siempre cercana. Hubo un tiempo en el que desde Algeciras acudíamos a vivir un ambiente, ya en plenas vacaciones y con el calor completamente incorporado, que nos parecía más dinámico y participado que el nuestro. Feria tardía para estas latitudes, pero las fechas mandan, porque de lo que se trata es de conmemorar el nacimiento de la ciudad un 20 de julio.

No sé si tendré ya ocasión de comprobar si se mantienen las formas o, también en La Línea, se han perdido las viejas buenas costumbres. Que hayan vuelto los toros a El Arenal es una espléndida noticia; después de tantos enredos acerca de un coso histórico, declarado bien de interés cultural (2007), que se acabó de hacer a poco más de una década de la fundación del municipio por segregación de San Roque, que es el referente para todos los del arco de la bahía.

El auge de la Tauromaquia en el siglo XIX, incentivó la construcción de muchas plazas, y la de La Línea, de 1881-1883 (la ciudad se independizó en 1870), se diseñó sobre la base de un tetracontakaieneágono, es decir: un polígono de 49 lados, y un diámetro interior de 59 m. Dícese que es la única de esa guisa con un número impar de lados. La sección de la de San Roque (1853) es un octodecágono, un polígono no tan sofisticado, de dieciocho lados. La sección poligonal no es rara en la estética exterior de los recintos taurinos, por más que siempre se aluda al ruedo por ser, en todo caso y generalmente, un círculo el espacio reservado a la lidia. Ignoro si el ilustre arquitecto ecijano Adulfo del Castillo Escribano (1837-1893), autor de la plaza linense y, entre otros muchos edificios, de los juzgados de El Puerto, pionero en la arquitectura de mercados y figura destacadísima del Cádiz decimonónico, tenía una pasión oculta por el número 49, y tal vez además por el 59 (el diámetro del ruedo de la plaza de Ronda, el mayor del mundo, con un callejón entre dos anillos de piedra, tiene 66 m), pero no deja de ser curioso que adoptara estos números asociándolos de modo consustancial a una de nuestras más pintorescas plazas de toros, la de La Línea.

Como curiosidad matemática, añadiré que el 49, es un cuadrado (del 7); y sus dos dígitos también son cuadrados (el 4 del 2 y el 9 del 3). Pues bien, es el más pequeño de los números con esa propiedad de ser cuadrado formado por cuadrados. El 59 es, simplemente, un número primo. El arquitecto Adulfo del Castillo sabrá por qué los eligió.

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