Análisis

Joaquín Aurioles

La economía de las coaliciones

Las leyes de la física, en concreto, las de la estática, dicen que, si el peso se desplaza hacia un extremo de un cuerpo en equilibrio, este desaparece. Traducido al lenguaje político diríamos que, si el poder se desplaza a los extremos, alejándose de la mayoría concentrada en torno al centro, entonces el conjunto se vuelve inestable.

Las encuestas ofrecen resultados contradictorios e interesados, pero todas coinciden en que la mayoría de los futuros gobiernos en España serán de coalición. Esto tiene consecuencias económicas importantes que dependen, no tanto de si la coalición es de izquierdas o de derechas, como de si es débil o fuerte.

Anticipemos que la inestabilidad es una cualidad de las coaliciones débiles, entendiendo como tales a las que carecen de la energía necesaria para sacar adelante sus iniciativas. Normalmente se forma en torno a un partido con pretensiones de liderazgo, cuyos endebles fundamentos llevan casi inexorablemente a flirtear con el populismo y con prácticas impropias, como el abuso del decreto-ley. Una coalición débil no es reformista porque carece de la fuerza necesaria para modificar estructuras. La alternativa es el recurso permanente a la negociación con minorías, dispuestas a ofrecer apoyos a cambio de la pertinente compensación, cuya cuantía aumenta con la debilidad del gobierno y con el poder de negociación y la ausencia de escrúpulos en la minoría. Deducimos fácilmente que las primeras consecuencias económicas de las coaliciones débiles son el aumento del déficit y el endeudamiento y una asignación ineficiente de los recursos, además de un deterioro del clima político provocado por el agravio a los excluidos de la negociación.

En una coalición fuerte la cuestión del liderazgo no es tan determinante y la estabilidad es el objetivo principal. La fortaleza nace de la sintonía entre la distribución del poder y las preferencias de los votantes, normalmente concentradas en torno al centro del espectro político, puesto que, a diferencia de la débil, no hay iniciativas radicales obligadas a desplazarse al espacio del votante moderado para salir adelante. Una coalición fuerte suele levantarse sobre un programa reducido de gobierno y de importante contenido reformista, lo que significa que escollos que parecen insuperables en una débil, como la renovación del sistema de financiación autonómica o la renovación del poder judicial, podrían encontrar una vía ágil de solución.

En unos meses estaremos en año electoral y el balance de ventajas e inconvenientes es claramente favorable, al menos en términos económicos, a la formación de coaliciones fuertes en torno al centro. Los intérpretes de las encuestas, sin embargo, las ignoran. Habrá coaliciones en casi todas partes, pero escoradas a la izquierda o la derecha por la presencia de las formaciones más radicales. No es lo habitual en Europa, donde España es el único país con gobierno de coalición de izquierda, que además carece de mayoría suficiente. Parece el colmo de la inestabilidad, pero todo parece apuntar a que la derecha intentará reproducir donde gobierne el mismo modelo de coalición débil, aunque en el extremo opuesto del espectro.

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