Análisis

Manuel Alejandro Hidalgo

El día que Andalucía cambió

No cabe duda de que ayer fue un día de enorme ilusión para no pocos. La entrada de un nuevo Gobierno en Andalucía invita a muchos a creer que, por primera vez en mucho tiempo, nuestra región pueda experimentar con políticas económicas diferentes a las que durante cuatro décadas no han tenido el éxito esperado. Sin embargo, esta ilusión no debe llevar a la euforia. Las tareas a las que debe enfrentarse este Gobierno no son sencillas, exigiendo por ello un trabajo ímprobo y hercúleo cuya rentabilidad no veremos muy posiblemente en años. Debemos ser pacientes.

Entre muchos de los objetivos que se debe marcar el nuevo Gobierno debe destacar estrechar la brecha de desempleo que, de forma secular, caracteriza a Andalucía. Como adivinarán, lograr esto no es fácil. Más bien al contrario, es excepcionalmente complicado, en gran parte porque las comunidades tienen limitadas las competencias en materia laboral, lo que impide llevar a cabo reformas que influyan en las instituciones laborales optimizando la creación de empleo. Sin embargo, y a pesar de ello, aún hay cosas que podemos hacer, y no son pocas.

Por ejemplo, podemos impulsar al Servicio Andaluz de Empleo, el SAE, para que su actividad sea, realmente y no sólo de fachada, de agencia de colocación. Una política que podría rendir sería, por ejemplo, el llamado perfilado de desempleados, es decir, identificar las necesidades de cada desempleado para posteriormente ajustar la oferta de formación o asesoramiento que le permita acceder de nuevo a un puesto de trabajo. Junto a ella, también puede ser factible el uso de técnicas de inteligencia artificial para conseguir una mayor coincidencia entre oferta y demanda de empleo en Andalucía.

Pero también necesitamos una política industrial y de servicios que dote a Andalucía de un tejido productivo capaz de crecer y generar empleo. Necesitamos un programa de captación de inversiones que permita la llegada de inversión directa extranjera con ánimo de establecerse y de crear valor a largo plazo. Necesitamos dotar a nuestras ciudades de un capital social potente que las haga atractivas para que los profesionales que arriben con sus empresas se encuentren con los servicios necesarios para el desarrollo de su actividad profesional y personal. Necesitamos unas infraestructuras modernas que conecten a Andalucía con los mercados interiores y exteriores. Necesitamos una política educativa que genere excelencia y cuyos resultados, de una vez, genere un capital humano que desee permanecer en su tierra. Necesitamos, en fin, una política de oferta que vaya desde la regulación medioambiental a la generación de currículos educativos competitivos pasando por la facilidad para crear actividad. Todas ellas necesarias pero cuyos efectos veríamos con el tiempo.

Por ello debemos pedir con la mano izquierda al nuevo Gobierno una actuación decidida y clara, incluso hiperactiva en los modos, en todas estas materias. Mientras, con la mano derecha debemos concederles tiempo, ser pacientes, para que se consigan sus logros. La tarea es enorme, el esfuerzo ímprobo, pero los resultados solo serán reconocibles a largo plazo. Si lo conseguimos, dentro de diez o quince años podremos mirar hacia atrás y pensar que por fin, un 22 de enero de 2019, Andalucía empezó a cambiar.

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