La detención de Meng (Sabrina) Wanzhou, vicepresidenta de Huawei e hija del fundador de la compañía, en Canadá, a instancias de Estados Unidos, puede degenerar, si no se resuelve pronto, en uno de los conflictos más graves que hayamos conocido en años.

Los mercados bursátiles lo recogieron de inmediato, con una pérdida de un 2,5% en el índice Standard&Poor's, y caídas generalizadas por todo el mundo, ya que Huawei es el principal productor mundial de telecomunicaciones y el segundo de smartphones, y además se pone en riesgo la paz del comercio mundial.

Entre las claves de este turbio y peligroso asunto están las siguientes. Primero, la ridícula petición de extradición, basada en que Huawei ha vendido a Irán equipos que tienen componentes fabricados en Estados Unidos; es la primera vez que se detiene a un ejecutivo de este nivel por un motivo así, pues hasta ahora se ha penalizado con multas, a veces multimillonarias, a bancos y empresas, pero no se ha detenido a sus directivos.

Segundo, se interpreta que hay un miedo tremendo a Huawei por parte de políticos y de empresas, lo que ha llevado al peregrinaje de altos cargos norteamericanos para impedir que en Canadá y Europa se trabaje con los productos de última generación, G4 y G5, que suponen mayor velocidad de conectividad, y de los que Huawei es líder en tecnología y precios. Con 80.000 personas trabajando en investigación y desarrollos, Huawei ha conseguido en cinco años pasar de 50 a 150 millones de smartphones, alcanzando este año a Apple. Se mueve con rapidez y ofrece calidad y precio, y su cultura corporativa es "de una naturaleza como la del lobo", muy agresiva y tenaz, lo que proporciona estos resultados espectaculares. El hecho de que podría obtener información relevante para el gobierno chino, ha sido tratado preventivamente por compañías como British Telecom, protegiéndose y eliminado componentes de software, pero no prohibiendo el acceso de Huawei a su mercado.

Tercero, la detención de Meng Wanzhou, coincidiendo con la reunión sobre comercio entre los presidentes de China y Estados Unidos, se ve en ese país asiático como una provocación, "una sucia maniobra en la que se trata de mantener a Meng Wanzhou como un rehén". Cuarto, cualquiera que sea el desenlace de este asunto, el comercio y la economía internacional van a resultar tocadas, agravando la situación del comercio mundial, que ya caía este año de un 5% a un 4%.

Dos pensamientos me vienen a la cabeza en relación a todo esto. Uno, recordando una vez más la terrible novela de Matthews Glass: Ultimatum donde, en un escenario futurista, un conflicto entre Estados Unidos y China lleva a una cínica guerra nuclear, pactada, limitada y controlada, pero guerra. En la novela el conflicto no es por un tema comercial, sin embargo ahora se ve que la llamada guerra comercial es sólo una escaramuza en la batalla por el dominio tecnológico.

El otro es, que miro alrededor, veo las minucias con las que nos entretenemos en economía y política, que parecen únicas para nosotros, mientras las compañías y la política internacional se mueven, para bien y para mal, en unas dimensiones galácticas que van determinando el día a día de nuestro pequeño país-aldea.

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