Habría que hacerse con el imposible don de la ubicuidad para dar abasto en estos días de vísperas. Así como en Madrid, según sentenciaba Eugenio d'Ors, cualquier día a las ocho de la tarde o daba una conferencia o se la daban, ahora no sabe uno dónde acudir, pues si vas al acto más interesante quedas mal con el amigo que te convoca por el mero hecho de que si los amigos no van, a ver quién va a ir. Con la Semana Santa como eje, como lugar común del programa diario, conferencias, presentaciones de libros, pregones por todas partes, pregones de barrios, pregones de hermandades, pregones de pregoneros que no pueden aguantar calladitos y que sufren un síndrome de abstinencia de imprevisibles consecuencias en caso de no pregonar. Y así discurren estas tardes de vísperas, largas vísperas, las más largas que se recuerdan, pero cómo está de colmada la agenda.

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