Menudo chasco me he llevado. Un palo, oiga. Resulta que he invertido varias mañanas de ventanilla en ventanilla para reclamar mis títulos de abogado, inspector de la policía científica, economista, politólogo, forense, entrenador de fútbol, periodista e influencer y nada. Me han dicho que me dé con un canto en los dientes por tener el de juntaletras y encima poder trabajar en el asunto. Yo que iba con mis redes sociales a rebosar, dispuesto a ofenderme por cualquier minucia y absolutamente convencido de que merecía semejantes laudes, incluso algún que otro doctorado por arreglar las situaciones más tensas y noticiosas del mundo y resulta que no, que no me convalidan un pimiento. Total, que me eché un cafelito en el Okay y me puse a darle al twitter como si nada, a impartir lecciones y sentar cátedras con mi razón como único camino hacia la verdad, como hacemos la mayoría de los españoles en la edad de oro del cuñadismo.

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