Análisis

rogelio rodríguez

El centro derecha se aturulla

Cs ha perdido fuelle por su falta de concreción y por distorsionar credos que parecían intangibles

La volatilidad de cualquier pronóstico político es un hecho contrastado, pero cuando se acerca la hora de las urnas conviene escuchar los tambores que pulsan los sondeos. "El que no marca el paso es que oye otro tambor", escribió Ken Kesey en su novela de culto Alguien voló sobre el nido del cuco. La política está plagada de cucos y las encuestas de orugas. Lo llamativo es que todas emiten el mismo zumbido: el PSOE ganará las elecciones, aunque lejos de la mayoría, y el centro derecha se aturulla en las huellas que conducen al poder. Resulta paradójico después de tan nefasto Gobierno, pero existen motivos que lo hacen posible. El puente de la estabilidad vuelve a pender de un hilo electrificado.

Unidos Podemos se diluye en facciones enfrentadas y culebrones, y Pedro Sánchez, en otro golpe de azar que también abruma a muchos de sus mayores, se ha convertido en la gran y casi única referencia del tozudo voto de izquierdas. El PP, desarbolado galeote por causas pretéritas, abunda en chucherías y disputa a Vox los votos del sumidero que, por la Ley D'Hont, favorecen al PSOE. La ultraderecha corroe a los populares. En la baraja marcada que alienta las expectativas de Sánchez está Vox, el caminar errático de un PP compungido y subordinado y, más concluyente, la impericia de Ciudadanos en la recta electoral.

Ciudadanos ha perdido fuelle por su falta de concreción y por distorsionar credos que parecían intangibles. Su oreado y excesivo jacobinismo, en línea con un Estado central hercúleo, se ha descafeinado ante la eventualidad de formar Gobierno en Navarra con UPN, lo que conlleva la saludable posibilidad de apear de las instituciones al radicalismo abertzale, pero también su adscripción al foralismo que tanto criticaba. Componendas como la ocurrida en las torticeras primarias de Castilla y León le han nublado el rostro de partido impoluto y regeneracionista. El centrismo que reivindican los naranjas no gana corpulencia con el reclutamiento de renegados de otras formaciones, algunos de tan dudosa ejemplaridad como Silvia Clemente, hasta ayer destacada dirigente del PP en la citada comunidad autónoma.

Albert Rivera tampoco ha mostrado gran lucidez política al rechazar de manera rotunda y por adelantado cualquier acuerdo poselectoral con el PSOE. Pueden ganar los socialistas y puede que Ciudadanos sea el novio señero, bien porque es la única aritmética viable o para evitar que Sánchez vuelva a ser reo de los independentistas. Si gana el PSOE y Cs es indispensable para formar Gobierno, la presión sobre Rivera sería tan insufrible como también, quizás, la de éste para desplazar a Sánchez de la Presidencia. Son legión los ciudadanos que prefieren un PSOE atado al centro que al albur de secesionistas y populistas de izquierda.

A Rivera le acucian el tiempo y sus equívocos, y si mantiene su particular tamborrada es muy probable que la noche del próximo 28 de abril cante con Malú aquello de "se nos escapó el cielo entre las manos como la emoción del último verano".

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