La capillita, qué dolor

No hay duda de que Nuestra Señora está atenta a los avatares que sufre su capilla

No hay duda de que Nuestra Señora de Europa está atenta a los avatares y agresiones que sufre su capilla de este lado de la Verja. Fue refugio de su imagen, cuando los bárbaros cristianos (¿?) de la armada anglo-holandesa saquearon su estancia de Gibraltar, donde residía desde 1462. Allí está ahora, en su sede primitiva, en la explanada que continúa la ladera sur del peñón. Cuenta la leyenda que lo que quedaba de la imagen fue entregada por un pescador al cura Juan Romero de Figueroa, que se la llevó a Algeciras. En el cortijo de los Varela (y no de los Gálvez); más o menos donde hoy está la Plaza Alta y aledaños), una vez restaurada, se le buscó sitio en la capilla, ya entonces consagrada a esa advocación mariana introducida por el reconquistador de Gibraltar, Rodrigo Ponce de León, en el ya citado año de 1462.

Muchas son las vicisitudes sufridas por esa entrañable iglesita. El terremoto de Lisboa, en 1755, la afectó gravemente obligando a su reconstrucción. A mediados de mayo de 1931 (tal vez el día 12), como La Palma y otros templos de España, fue saqueada por tribus callejeras autocalificadas de republicanas y sus objetos de culto arrastrados por donde hoy procesiona la Virgen. Según relato de Javier Cervera Arango, su abuelo, Pascual Cervera Jacome, ciudadano de una noble saga familiar, hijo del almirante Cervera, la compró el día 12 de septiembre de 1935 y la alquiló a un carpintero apellidado Aldana, que dedicó el local a su oficio. Así quedó hasta el día 10 de abril de 1943 en que su propietario la vendió al obispado de Cádiz-Ceuta, para lo que el ayuntamiento, siendo alcalde José Gázquez Morales, libró la cantidad de diez mil pesetas "con obligación de adquirir la Capilla de Europa, y destinarla al culto".

Así llegamos a esta etapa de la capillita, único templo de la ciudad al empezar su repoblación, en los primeros años del siglo XVIII. Los años setenta del siglo pasado trajeron piquetas. Estábamos en plena expansión urbana, en plena burbuja inmobiliaria, y la capillita era entonces objeto de deseo por estar donde estaba. Pudo desaparecer, pero la Virgen de Europa le echó una mano. Bajo la eficaz batuta del arquitecto algecireño Enrique Salvo Medina, la capillita tomó tanto oxígeno, que ahí está, aunque ahora la haya encalado el mal gusto. Pero no nos quejemos, podría haber sido peor; a poco encalan la fachada principal. Además, seguro que a esto nos acostumbramos como nos hemos acostumbrado al aparcamiento de la escalerilla.

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