Análisis

Tacho Rufino

Vayan unas muertes por otras

La alternativa al confinamiento era confiar mucho más en la responsabilidad ciudadana para protegerse del Covid-19Un premio Nobel hace las cuentas de la muerte, las del Gran Capitán

La necesidad de confinamiento que se nos impuso a los ciudadanos como medida básica y de urgencia ante la pandemia de Covid-19 se justifica -hablo con la humildad de un profano epidemiológico; como lo es también usted, probablemente- porque la mayoría de los países afectados de forma seria por el virus ha hecho lo mismo: prohibir que las personas que no cumplen funciones esenciales salgan de sus casas durante un tiempo salvo de manera puntual y regulada. En este asunto de importancia histórica, el lego en virus y sus contagios concede a las autoridades -atribuladas por un feroz y repentino ataque vírico internacional- un nivel de información ante la emergencia que las capacita para aislar a las personas en sus domicilios. Mientras que en Italia, nuestra liebre en esta carrera del horror, la gente señalaba a China como origen del desastre por su irresponsabilidad, falta de transparencia y, para algunos, planes criminales de rango global para consolidarse en la cúspide comercial del planeta, aquí las iras han quedado en casa, y ha habido una continua contestación por parte de muchos ciudadanos a las acciones del Gobierno; a las pequeñas y a las mayores. Es claro que hay mucho de ideología y enfrentamiento político en la polarización de las opiniones, y que la oposición a las personas y a sus políticas ha orientado muchas críticas a los primeros espadas de la crisis (Sánchez sobre todo, además de Montero, Illa, Simón, y por alguna intervención de Iglesias), un posicionamiento crítico que no es ajeno a los pactos multilaterales de legislatura que el PSOE ha establecido con estos y aquellos, muchos de ellos socios improbables y hasta contradictorios, si no vergonzantes. En el extremo de este clamor de no pocos españoles contra el Gobierno están los que directa o indirectamente culpan al Ejecutivo y a sus expertos de pandemia de homicidio masivo de personas. La prensa más alineada ha contribuido a esta polarización, en la seguridad de que en este país las personas leen al medio que les va a decir lo que quieren leer. En las redes sociales, ni hablamos: ahí ha sido el acabose. En twitter, Facebook y demás, la mala leche bicolor ha conocido días de gloria e insultos personales (digo entre personas de a pie, no ya a los políticos contrarios, a los que el insulto les va en el cargo).

Esta semana hemos leído un titular en Infobae, un periódico argentino, que atiza un poco más las brasas contendientes, dando argumentos -y de premio Nobel- a quienes califican al confinamiento de una medida a la postre criminal: "Las cuarentenas no salvaron ninguna vida". Se trata de Michael Levitt, Nobel de Química, en efecto, estadounidense e israelí, que trabaja con su equipo en el rastreo de la evolución del virus. Infobae remite al verdadero origen de la noticia, el diario The Telegraph. Cuando uno acude a la fuente, ve -lee- que con el titular uno se queda cortísimo de información sobre lo que piensa Levitt, que viene a ser lo mismo que quedarse desinformado (y presto a colgar el titular en las redes bélicas; perdón, sociales). El investigador, en realidad, cree que el confinamiento es una medida típica en estos casos, pero afirma que él hubiera sugerido una menor dureza de la medida que, por ejemplo, la implantada en Reino Unido o España, y haber confiado más en la asunción por parte de las personas de llevar mascarilla y guardar la distancia social (o sea, se trata de la responsabilidad de la gente) Y, alehop, afirma que el confinamiento ha provocado otras muertes por "abuso doméstico, divorcio, alcoholismo y los que no fueron tratados de otras enfermedades", aunque, concede, "habrá salvado otras por accidentes de carretera". En fin, ponga un Nobel en su arsenal dialéctico. Y ponga un titular que pueda utilizarse como una pedrada.

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