Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Tranquilos, adictos

Los bancos centrales están cambiando su estrategia. El nuestro, el BCE, ha redefinido su objetivo. Hasta ahora, había sido la contención de la inflación por debajo, pero cercana, al 2%. El cambio ha consistido en flexibilizarlo. Así, la revisión de la estrategia ha otorgado el mismo peso a las desviaciones de la inflación por encima y por debajo de ese 2%. El BCE dice que así va a conseguir alcanzar mejor su objetivo. Pero esta decisión se toma justo cuando las expectativas señalan que, con la recuperación, ese objetivo puede ser sobrepasado.

Bajo este nuevo marco, ayer se celebró la reunión periódica del Consejo de Gobierno del BCE. Las medidas puestas en marcha continúan como hasta ahora; es más, se insiste en la necesidad de que esta política sea "persistente". Los tipos de interés siguen profundamente bajos: en el 0%, el -0,50% y el 0,25% para las operaciones principales de financiación, la facilidad de depósito y la facilidad de crédito, respectivamente, y la idea que el BCE trasmite con claridad es que van a permanecer así por un largo tiempo.

Las otras medidas, los programas de compras de activos seguirán su curso o, incluso, de forma más intensa. El Programa puesto en marcha con la pandemia (PEPP) expira en marzo, pero ya se espera que en septiembre se anuncie que el otro Programa, el APP, que se inició mucho antes de la pandemia y que sigue funcionando junto al PEPP, lo compense, ampliándose para entonces de 20.000 a 80.000 millones de euros. Y, por lo que respecta a las operaciones con la banca, el BCE seguirá suministrándole financiación en excelentes condiciones para incitarlos a que ellos a su vez no desatiendan el crédito a familias y empresas.

Desde 2008 no levantamos cabeza. El BCE ha ido apagando el fuego de forma continuada: descensos de los tipos de interés hasta mantenerlos en el subsuelo, compras masivas de activos financieros o importantísimas modificaciones en las operaciones con la banca. Con el Covid, los estímulos no han hecho más que intensificarse. Los bajos niveles de inflación hacían posible que todas estas actuaciones se llevaran a cabo, y hacían creíble a los ojos de los inversores que persistirían en el tiempo: podían estar tranquilos de que el precio de sus bonos no iba a evolucionar a la baja.

Ahora, se insiste en que los estímulos no van a ser desmantelados. Pero las circunstancias han cambiado: la inflación amenaza con superar ese límite del 2%. El BCE insiste en que la inflación es transitoria y que remitirá a final de año: "La inflación se situó en el 1,9 % en junio. Esperamos que la inflación siga subiendo en los próximos meses y que vuelva a disminuir el próximo año". Pero no convencen a los mercados.

Sólo diciendo que persistirán no hubiera sido suficiente. El cambio de estrategia es la forma de comprometerse formalmente: tranquilos, inversores, nos salgáis en desbandada de los bonos soberanos, "toleraremos que la inflación sea moderadamente superior al objetivo". El alto endeudamiento de los Estados hace que se vuelvan cada vez más dependientes de las compras del BCE. Y los inversores estarán también ahí acompañando, siempre que los tipos de interés no suban y que éstas no cesen.

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