Comenzamos con estupideces como llenarse la boca de canela en polvo y aguantar la respiración. Luego llegó aquello de echarse agua helada o hirviendo por encima. Y algo más tarde, la gilipollez de moda era bajarse del coche en marcha y bailar al son de la música. Todas tienen en común a supuestos adultos grabándose con un teléfono en una suerte de no hay huevos que, en algunos casos, acaban con malogrados participantes. Aquello de la selección natural, como aquel que dijera. Pero ahora, la última tendencia en esto de los retos virales pasa por lanzarle un tranchete a la cara a bebés desprevenidos. Casi todos se quedan pasmados sin saber qué les ha pasado. No pueden elegir su nombre. Siquiera pueden elegir venir al mundo y mucho menos a sus padres. Pero esos nenes no se merecen que les lancen una asquerosa loncha de plástico recocido a la cara por apenas unos segundos de vídeo. Todo no vale.

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