Análisis

PANDEMIA Manuel barea 55

B. S. O. Tindersticks

No sé si esta tarde saldrá la gente a la calle con el mismo ímpetu que días atrás, y no sé si saldrán en un número inferior a los balcones a aplaudir. Ahora está lloviendo con fuerza. La tarde es gris y blanca. Suenan los Tindersticks. Es la banda sonora de momentos así. En realidad, es la música de estos días.Claro que cada cual tiene su banda sonora para la pandemia. Hay quien ha fundido y a todo volumen los grandes éxitos de Siempre Así (esperemos que el nombre del grupo no sea premonitorio).

Es un buen momento para salir. En realidad, cualquier instante lo es durante estos días. Está la avenida vacía. No pasa ni un coche. Sí, la tarde es gris y blanca, no hay más colores. Suena Trees Fall en los auriculares y después Pinky In The Daylight. ¿Por qué se siente uno como el personaje de un videoclip? Hay gente entrando y saliendo de los hospitales. Hay gente en sus casas viendo la televisión. Hay gente que jamás ha escritoy ahora gasta bolígrafos enteros apuntando en un cuaderno lo que se le pasa por la cabeza desde que tiene que permanecer encerrada en su piso. Hay gente que está sola, que siempre lo ha estado y lo estará, antes, durante y después de la pandemia. Gente que, como escribió Juan Manuel Silvela Sangro en su Diario de una vida breve, se dirá a sí misma: "Aquí estoy solo, sin un amigo que me llame, sin un amigo a quien llamar". Y gente que, como escribió Iñaki Uriarte en sus Diarios 1999-2003, se diga que "no es fácil encontrar un término medio entre la querencia por el aislamiento y el gusto por estar entre gente". Y entonces la selección aleatoria del móvil elige Buried Bones, con Stuart Ashton Staples cantando a dúo con Ann Magnuson y el gris de la tarde se va oscureciendo para ir tiñendo de blanco y negro los exteriores del Hospital Macarena, con solitarios fumando y hablando por el móvil, probablemente familiares de enfermos por el virus. O quizá no, ¿por qué por el virus?, qué sé yo, puede tengan otra jodida enfermedad, mucho más grave que el Covid-19. Pero parece que las hemos olvidado. Aunque las personas que las contraen sigan muriendo. Sin cura. Sin solución. Estos días, cuando me avisan de que hay que publicar un obituario, pregunto indefectiblemente si la muerte se debe al coronavirus. Y cuando me dicen que no, ¿por qué tengo la sensación de que le doy menos importancia a ese fallecimiento? Como si fuera un contratiempo, como si los muertos de estos días sólo debieran serlo por la pandemia.

Subo el volumen porque empieza Jism. V tiene los primeros síntomas del Síndrome de Disfunción Cognitiva, algo así como el alzhéimer de los perros. A veces se queda mirando fijamente un punto indeterminado y no hace caso, no atiende, como si lo hubieran disecado. Aunque ahora mira hacia la mole del hospital. De repente sacude la cabeza y continúa, como si acabara de regresar de un lugar muy lejano.

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