Valoremos lo que hemos evolucionado en España en el tratamiento hacia el papel de la mujer en la sociedad a partir de lo que tuvo que encajar la meteoróloga Pilar Sanjurjo en su momento. Pese a su juventud llegó a tener tanta credibilidad como sus veteranos compañeros varones a mediados de los 70 en los Telediarios de TVE. A ese prestigio contribuía su carácter sereno, serio, que le daba empaque. Sin embargo la científica gallega tuvo que asumir mucha guasa sobre su acento y por su condición femenina. Una mujer ante el mapa del tiempo, como si fuera una mujer policía o médica, eran aún por entonces rarezas atribuidas a la "modernidad". Se hacía incomprensible entonces por muchos (hombres y también mujeres). La primera mujer del tiempo, a su manera, hizo mucho por todas las demás, aunque los imitadores triunfaran remedándola, retronando el acento gallego que, como el andaluz, siempre generaba risas. Lo malo era que algunas de esas risas pretendían ser hirientes.

La meteoróloga fallecida en esta semana hacía más de treinta y cinco años que dejó de aparece a diario en TVE pero estaba en la memoria de los espectadores veteranos. Se recuerda su presencia y, por tanto, su mérito. Más con aquellos pronósticos trazados con rotulador, o con pegatinas, cuando ni siquiera el Meteosat estaba haciendo fotos desde el espacio.

Sanjurjo dejó de aparecer cuando a los meteorólogos de TVE se les puso, bien entrados los 80, en el dilema de estar en el televisor o en la sede del Instituto Nacional de Meteorología, por incompatibilidad. La divulgadora gallega tenía claro que quería estar junto a su vocación: interesarse por la climatología y su repercusión en el medio ambiente. En esas circunstancias de la marcha no deseada de los meteorólogos TVE tuvo que recurrir a gente de la casa. El canario Paco Montesdeoca se convirtió en informador en El Tiempo. Lo hizo bien durante años, con intención, interés y amabilidad.

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