Este no es un artículo más, trá, trá, para aplaudir o para crucificar a la artista del momento. Como andaluza, como entreverá, ni me molesta ni me hiere que la cantante tome mi acento o se sirva de los símbolos de mi pueblo. Corrijo, no me molesta más que lo haga la joven artista que los anteriores intérpretes o compositores, cantaores payos que por fuerza quieren ser gitanos, cantantes nacidos en Madrid, que por fuerza quieren ser de Cádiz, y que lo hicieron antes que ella sin que la apropiación levantara tanto revuelo. Apropiación cultural, trá, trá, se llama la pesadilla de la chica del chándal y las uñas. Sí, así es. Pero no más que sus antecesores. Producto, industria, trá, trá. Sí, así es. No más que el ¿80-90%? de la música que escuchas en tu móvil. El ruido del plástico lo reconozco de lejos, también como suena el latido del talento. A mi identidad Rosalía ni le quita, ni le da. Eso sí, qué orgullo que tantos y tantos la quieran imitar. Trá, trá.

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