Nos gusta exhibirnos. Nos hacemos fotografías en la playa para que nuestros amigos, familiares y algún que otro cotilla sepan que estamos de vacaciones. Sacamos el móvil para contar lo que estamos comiendo o la película que hemos visto. En definitiva, mostramos voluntariamente buena parte de nuestra vida a través de las redes sociales que, en origen, acercaron a muchas personas y ahora son un vehículo para la intromisión -que no introducción- de publicidad, bulos y memes. Así que el robo de información de usuarios por parte de entidades como Cambridge Analytica, que se ha hecho con información de 87 millones de personas robada a Facebook, ha puesto sobre la mesa el destino final de lo que lanzamos a las redes. El robo no es legítimo, por descontado. Pero la solución es fácil: si no está de acuerdo, borre su cuenta y viva en una caverna.

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