Análisis

josé Martínez Olmos

Prevención ante el calor

La ola de calor de 2003 hizo que al año siguiente se activara un plan en Andalucía

Las altas temperaturas tienen un efecto claro sobre la morbilidad y la mortalidad y este efecto es mucho más intenso y frecuente en población mayor e infantil ya que tienen mayor dificultad para el control de los mecanismos de regulación de la temperatura.

Es por tanto en determinados perfiles de población y, en espacial, en pacientes con enfermedades crónicas donde hay que establecer mecanismos de prevención para evitar el daño que pueden producir las altas temperaturas en la salud de la población.

Desde 2004 hay un plan en Andalucia para la prevención de los efectos de las temperaturas excesivas en la salud que es todo un ejemplo en relación a políticas públicas que benefician a la sociedad.

Surge el plan ante el efecto devastador que tuvo el verano de 2003 en la mortalidad afectando aquella ola de calor a varios países europeos ya que se incrementó la mortalidad de manera impresionante respecto a lo esperado. Aquella situación puso de manifiesto la debilidad de nuestros sistemas y fue un antes y un después en esta materia.

Traigo a colación este tema no sólo porque se aproxima el verano y es previsible que las autoridades sanitarias continúen con la dinámica de los últimos 15 años para trabajar por la prevención, sino porque es un ejemplo claro de la capacidad del sistema sanitario de articular medidas claramente incardinarse en una visión de salud pública que pone de manifiesto la grandeza del enfoque integral que puede tener un sistema público de salud como el que hemos construido en Andalucía desde 1986 hasta ahora.

Es un plan elaborado desde salud para coordinar todos los recursos públicos que pueden aportar elementos imprescindibles para la prevención y para la detección precoz de los efectos de las temperaturas extremas. Un plan clásico de salud pública: intersectorial, multiprofresional, con participación social... En definitiva, orientado a la efectividad de las políticas públicas.

Cuenta con la participación de la agencia estatal de meteorología, con las Diputaciones, los ayuntamientos, las asociaciones, los medios de comunicación, etc. Define objetivos y procedimientos protocolizados. Establece sistemas de registro. Evalúa el resultado de las intervenciones y, como consecuencia, mejora la eficacia de las mismas año tras año. Moviliza los recursos públicos en una orientación de prevención y detección precoz que ofrece eficiencia a lo público mejorando el bienestar de la sociedad.

Las actuaciones preventivas en este tipo de programas tienen la capacidad de asegurar un control exhaustivo de la situación de las personas vulnerables y de sus constantes clínicas más relevantes al tiempo que ofrecen respuesta y consejos útiles para la prevención. Además, aprovecha recursos públicos disponibles generando mayor eficiencia a los sistemas de bienestar.

Es un ejemplo de solidaridad y solvencia de nuestros dispositivos de bienestar que tiene muchos valores añadidos: a la prevención en el terreno de la salud, se une la compañía y la seguridad que ofrece a nuestros mayores (muchos de ellos viviendo en soledad) al saber que desde el sistema público se cuida de ellos. Esto es la salud pública. Para tod@s. Sin fronteras. Quedamos a la espera del plan para 2019.

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