Ayer hice las cuentas. Para llegar de mi casa al trabajo a pie por la ruta habitual tengo que cruzar por ocho pasos de cebra (sin contar los semáforos) y el lunes comenzó con un saldo demoledor: solo pararon en uno. En los otros siete casos tuve que avanzar para forzar a los conductores a frenar o simplemente pasaron de largo. Uno de ellos incluso iba mandando un audio de Whatsapp porque sostenía el móvil como si se estuviera comiendo una rebanada de pan con manteca. Cuando me saqué el carné de conducir, hace ya unos cuantos años, me sorprendía que la gente agradeciera con un gesto la obligatoria parada delante del cebreado. Obviamente, alguno se me puede haber pasado de largo en muchísimos kilómetros recorridos, pero cada día tengo más claro que en Algeciras el incivismo al volante llega a cotas muy altas. Solo hay que pasar por Virgen del Carmen para comprobar que la doble fila es otro de los grandes problemas a los que nadie pone remedio.

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