Análisis

rogelio rodríguez

El PSOE esparce olvido en el electorado

Toca pasar el Rubicón y girar al centro, que es donde se cuecen los garbanzos de la victoria

El CIS que dirige José Félix Tezanos ofrece cada mes un suculento menú placebo a la militancia socialista y diversas raciones de leña amarga al resto de los partidos, que el cocinero administra según el ruido mediático. No falla. Tezanos sabe, como dijo Edmond Goncourt, que "la estadística es la primera de las ciencias inexactas". Razón de más para sentirse libre de condicionantes o posteriores imputaciones. El sociólogo predilecto del jefe del Gobierno se pone por montera lo que diga la demoscopia independiente y excede sin sofoco la sentencia del dramaturgo y polemista irlandés Bernard Shaw sobre cómo se fabrican habitualmente los sondeos: "Si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno". O los que hagan falta para que las expectativas del partido al que sirve asemejen ir sobre ruedas. Las preguntas y respuestas cambiarán varias veces de aquí a que abran los colegios electorales, y todo indica que el próximo 28-A puede triunfar lo imprevisto.

¿Acaso no sería un accidente que -como arroja el último sondeo del CIS- la candidatura que encabezará Pedro Sánchez obtenga el 33,37% de los votos? A veces lo imposible es mera apariencia, y más en política, pero cuesta creer que sean tantos los españoles que gratifiquen con su voto a quien incumplió cuantas promesas hizo antes y después de ocupar La Moncloa, concedió cuantos favores pudo al secesionismo catalán y convino cuanto le interesó con la izquierda populista y anticonstitucional. Sin embargo, todo eso y más ha comenzado a ser pasado. El Gobierno ha prescrito sin exhumar la momia de Franco. Ya sólo importan algunos decretos leyes con la intención de estimular la confianza en una futura mayor justicia social, a costa de asaltar la disminuida caja del Estado. El aparato del PSOE esparce olvido a paladas sobre sus nueve meses de jarana en los ministerios. "Pero hay olvidos que queman y hay memorias que engrandecen...", escribió el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa.

El PSOE, casi sin querer, ha invadido parte del terreno de una izquierda a la que en otro tiempo despreció y ahora toca pasar el Rubicón y girar al centro, que es donde se cuecen los garbanzos de la victoria. Los brutales sueños de Pablo Iglesias ya no inquietan a Sánchez, al menos hasta después de todas las elecciones. Preocupa, sobre todo, el ambidextro Ciudadanos. Los dardos más encendidos de la precampaña van contra el partido de Albert Rivera, lo que no casa con la pírrica cosecha de votos que le atribuye el CIS (15,3% y a la baja), con sólo un punto por delante de Podemos y otro por detrás del PP de Pablo Casado, al que, dicho sea, ningún sondeo, ninguno, arrienda ganancia.

Rivera está más preocupado de lo que parece. Por eso remueve sus primeras filas, incorpora con cascabeles a dirigentes aparcados por el PSOE y el PP y ha convencido a Inés Arrimadas para que comparta con él el gran cartel electoral. Órdago a la grande con absurda escala en el Waterloo de Puigdemont. ¿Qué diantres pintaba allí Arrimadas?

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