Dando una vuelta virtual por el mundo vemos mucha desigualdad entre países y empresas, y cómo las subidas de precio en la energía y materias primas favorece a unos y perjudica a otros, como ocurre en África y próximo Oriente, pero el efecto no es nítido, pues Rusia tiene una inflación y tipos de interés muy altos, y su producto crece poco. China e India están muy fuertes, con más desequilibrios en India. Latinoamérica es la región de mayor crecimiento del mundo, pero con problemas de empleo, divisas, y tipos de interés muy altos. Estados Unidos y Gran Bretaña crecen bien, y con empleo, pero tienen los déficits públicos y comerciales más altos del mundo. Creo que por un tiempo voy a dejar de mirar estadísticas de producción, porque no sé cómo se están calculando. En Europa el país más débil es Alemania, aunque ahora Francia e Italia toman el relevo. La posición de España es buena en crecimiento, exportaciones, precios, tipos de interés, con el problema secular del paro, pues las empresas, sobre todo en Andalucía, no encuentran la forma de generar empleo, al pesar mucho actividades con débil productividad y absorción tecnológica. Sin embargo, en 2021 las compraventas de vivienda superan a 2019, y hay miles de millones en inversiones inmobiliarias; con unos presupuestos expansivos aprobados y un marco laboral sensato, acordado con empresarios y trabajadores, las perspectivas deberían ser mejores en 2022 (un número matemáticamente "abundante").

Tengo delante un gráfico tremendo con el índice MSCI de las bolsas y los casos de Covid-19 mundiales que parecen dos cohetes, como si la evolución de la enfermedad alentara las bolsas (crecen un 17% anual); sólo caen Hong Kong y Brasil, y las que más suben son las de Argentina y Turquía, dos países en una situación desastrosa. Casi todo en economía es una verdad a medias, pues veo en un blog de Qontigo que, si quitamos las 20 mejores empresas de las 900 de una cartera de Estados Unidos, pasaría de un 20% de ganancias, a 5% de pérdidas. Esta concentración de valor es uno de los rasgos actuales: tenemos grandes tecnológicas, inmobiliario, energía, o alimentación, que viven un auge sorprendente, y otras que no levantan cabeza.

De los presentes de los Reyes Magos a Jesús el oro era una ofrenda para un rey, y el incienso a una deidad para la ceremonia de adoración en un templo. Más extraña es la mirra, relacionada con el embalsamamiento, con la muerte -esta resina lleva el nombre de la hija del rey Cinyras, cuya escabrosa historia cuenta Ovidio-, sólo explicable como profecía de una vida destinada al sacrificio. Este año ha caído el oro un 4,5%, quizás porque se sustituye por criptomonedas, pero sigue cerca de 1.800 dólares la onza (28 gramos); el mercado de incienso, un producto barato, está en expansión, es muy opaco, dominado por unas pocas compañías, y con el problema del humo para la salud; y la mirra africana, con la que Jo Malone hace una colonia de éxito, vale poco, aunque está amenazado el árbol por parásitos e incendios. Fueron en su momento tres regalos a la vez simbólicos y valiosos que, frente a tanto regalo inútil de hoy día, tenían la cualidad de ser fungibles, y sin duda los empleó bien la Sagrada Familia para costear el nada fácil viaje de la huida a Egipto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios