El pacto patrimonialista entre PP y PSOE para repartirse el CGPJ y su ruptura destilan variables a cual más descorazonadora. La componenda colocaba entre sus vocales al juez que escribió los párrafos más punzantes de la sentencia de Gürtel (José Ricardo de Prada), que dio a la sazón con los huesos de Rajoy de vuelta a su plaza de registrador de la propiedad. A cambio de tragarse el sapo, el PP situaba al frente del órgano de gobierno de los jueces a un afín, Manuel Marchena, de presunto valor incalculable en futuras causas que afecten a los populares, por mucho que su espantada aborte estas especulaciones.

Su lisérgico nombramiento como presidente del CGPJ por los vocales antes de ser designados echó más carnaza a la desazón ciudadana con la Justicia. Y le obligaba a dejar la presidencia de la Sala de lo Penal del Supremo, un bálsamo para los 18 encausados por el procés, que ahora vuelven a recusarlo acongojados por su vuelta al frente del tribunal que los juzgará y que además debería redactar la sentencia que agitará (con o sin rebelión) la coctelera catalana.

Otra fastuosa variable, que pone la guinda al pasteleo de PP y PSOE, es que Carlos Lesmes -que iba a salir por la puerta de atrás de la presidencia del CGPJ y del Supremo tras el sumiso volantazo sobre el impuesto de las hipotecas para sortear la empinada curva de la banca- vuelve a ser el denostado gallo del corral judicial en funciones hasta diciembre.

Marchena ha escupido el caramelo envenenado y ha enviado a hacer (valga la redundancia) puñetas los planes de PP y PSOE. Lo que sazona un lío padre: Pedro Sánchez se rinde a la imposibilidad de sacar adelante sus Presupuestos y agotar la legislatura; a Podemos se le cae a cachos la medalla y, cansado del buen rollo estéril con el PSOE, pasa como si nada al combate; Rivera surfea en la cresta de la ola en busca de la tierra prometida de las urnas con sus lastres de apoyar a Rajoy y a Díaz en muchas retinas, y Casado se desespera con sus redes y busca nuevos caladeros, etc.

Los tristes tigres de PP y PSOE parecen un lindo gatito con el ridículo que ha evidenciado Cosidó. Se les ve el plumero, igual que a mi gata cuando se escondía tras la cortina moviendo visible y despreocupadamente las togas, digo el rabo.

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