Se avecinan unos meses algo agitados desde la óptica electoral, movidos, con elecciones de todos los tipos. Ya se sabe que la emisión de votos para elegir cargos políticos pone a funcionar a toda marcha a los partidos que, a fin de cuentas, son instrumento fundamental para la participación política.

Las próximas precampañas electorales pueden ser prolongadas o de resistencia, como un maratón. Lo cierto es que el periodo de tiempo que transcurre hasta el comienzo oficial de una campaña puede cansar a cualquiera, a base de repetir las cosas, produciendo sensación de aburrimiento si se desnaturaliza el contenido esencial del programa electoral.

Un programa político desnaturalizado con muchos adornos propagandísticos deja de ser apto para el consumo electoral, quedando desvirtuado, sin sus propiedades más características. El programa electoral es algo parecido a una declaración previa de lo que se piensa hacer. Por tanto, referente al gobierno y a la organización de la sociedad, conviene poner en claro qué es lo que se quiere y cómo conseguirlo. Las intrigas electoreras no realzan el atractivo ni mejoran el aspecto de un partido político. Las elecciones autonómicas andaluzas abren un desfile electoral que va para largo.

Personas de todas las edades y condiciones siguen opinando en las encuestas que el paro encabeza el ranking de las preocupaciones. Todas las recogidas de datos para analizar cómo varía la opinión de los andaluces sobre los asuntos políticos, económicos y sociales colocan las enormes cifras de parados en el primer puesto de nuestros problemas.

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