Por el título, hoy no voy a hablarles de invernaderos, sino de algo mucho más preocupante. Vaga por uno de los remolinos del Pacífico una isla formada por basura, principalmente plástico, con un tamaño que supera al de varios países europeos juntos sin que nadie tome la iniciativa para recoger del agua tamaña porquería que, además, pone en grave riesgo el ecosistema marino. Seguimos rodeados por plásticos de usar y tirar. Pagar 2 céntimos por una bolsa en el súper apenas sirve para limpiar la conciencia de algunos mientras que los estantes siguen repletos de bolsas para agrupar cosas como cebollas, naranjas o plátanos, productos a los que la naturaleza dotó de una capa protectora. Los clientes de un supermercado británico se plantaron hace unos días y, antes de salir con sus compras, dejaron en la tienda todos los plásticos que les sobraban. Que cunda el ejemplo.

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