Análisis

francisco andrés gallardo

Lorenzo Milá

En la primera oleada la culpa era del virus, en la segunda la culpa es nuestra

Días antes del anterior confinamiento Lorenzo Milá, corresponsal de TVE en Italia, intentaba apaciguar lo que él observaba como una ola de sensacionalismo y subrayaba en Los desayunos que lo del coronavirus no pasaba de ser una gripe, pese a la preocupación que se agravaba entre las autoridades italianas. En el anterior invierno la consigna era normalización y disimulo, hasta que esta crisis arrolló al planeta entero.

En aquella primera oleada, cuando se conocía poco del virus, habría que culpar realmente al propio bicho de su devastación. Se tuvo que aprender y reaccionar sobre la marcha. Pero habrá que reconocer que en esta segunda oleada, como se dice en el refrán sobre los engaños, en esta ocasión somos nosotros los culpables, contribuyentes de este fracaso, aunque nuestros mayores y nuestros niños nos hayan dado lecciones de responsabilidad y de paciencia. Si ahora está tomando un café o una cerveza mire de reojo y tal vez se encontrará aún con gente que lleva la mascarilla de adorno, con concentraciones y familiaridades en mesas que causan indignación.

Nos vamos a ganar un segundo confinamiento por goleada. Pero en esta ocasión, frente a la experiencia imprevisible de marzo, bastantes convecinos han contribuido a que así sea, sin recapacitar en toda la destrucción que supone exponerse de forma innecesaria al virus, amén del exceso de confianza de las autoridades (demos un repaso al verano) y defectos de criterio en los medios de transporte. Tanta fiesta y tantas comuniones nupciales fueron prescindibles en este año.

En su trabajo en las elecciones de EEUU Milá se contagió de ese virus que se yergue como azote letal y bombardero de la economía. No era un gripe más.

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