El Ministerio de Igualdad condena la inofensiva y educativa filatelia. Una afición algo trasnochada, la verdad, pero muy instructiva y de aires internacionales cuando un sello de Tanzania hacía evocar viajes y tierras exóticas. Ahora todo es más sencillo e incluso prosaico: Google en un segundo nos presenta decenas de millones de fotos de ese país. El actual Gobierno acaba de señalar como actividad peligrosa el acopio de estampillas a tenor del tuit en el que se lamentaba que durante años sólo había sellos de Franco, de las murallas de Ávila o de Pemán y ni un solo que ensalzara los derechos de los LGTBI. Bienvenido sea ese sello multicolor, pero no es necesario escupir sobre las miles de emisiones impresas por la Fábrica de Moneda y Timbre, todo en su contexto histórico. Por cierto, sólo hay un sello de Pemán, aprobado por Correos en 1996.

El verdadero problema que tiene el colectivo LGTBI son esos defensores talibanes que le hacen flaco favor a una causa que ya está asumida por la sociedad. Quieren señalar enemigos donde no hay y problemas que no existen para retroalimentar un victimismo que suena más caduco que los sellos de pesetas.

Uno de los campeones mediáticos que dibujan rayas de pureza ideológica es Jorge Javier Vázquez. Confunde aún que la audiencia que registran sus programas es por él, líder mesiánico, cuando en realidad el acierto es de los directivos de Telecinco, con un modelo de programación y de formatos que podrá gustar o no, pero que comercialmente es el que más recauda. No es por Jorge Javier. En concreto, no es sólo por Jorge Javier, que puede convertirse en un problema de imagen para su cadena si persiste en espantadas y alaridos políticos.

Los aspavientos ideológicos no son bien recibidos en una audiencia generalista como la de Mediaset. Convertir a Belén Esteban en una facha por estar en contra de la actuación del gobierno es una pantomima de poco recorrido. A Vázquez le han dorado mucho el ego. Y él cree que es por ser "rojo y maricón". Y mártir de la posguerra.

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