Análisis

Fátima Herranz

Inflación decreciente pero elevada en 2023

La invasión rusa de Ucrania ha frustrado las esperanzas de recuperación económica proyectadas para este año una vez superado el negativo impacto inicial del coronavirus. En los últimos meses no sólo se han disparado los niveles de incertidumbre y volatilidad, sino que la guerra también ha acentuado de manera muy acusada las presiones inflacionistas, especialmente en las economías avanzadas, y ha agravado la crisis energética y alimenticia. Esta combinación de factores, a los que se une la desaceleración de la economía china, dibujan un escenario complejo que provocará una significativa ralentización del crecimiento económico global en 2023.

El escenario central de la OCDE señala una desaceleración del crecimiento que iría acompañado de una inflación elevada pero decreciente a lo largo del año. Una esperada moderación de las presiones inflacionistas que se apoyaría en la menor demanda asociada al empeoramiento del entorno económico y en la relajación de los cuellos de botella en las cadenas de suministros. No obstante, en la Eurozona las expectativas de que los altos precios mayoristas de la energía continúen trasladándose al resto de la economía en los dos próximos años anticipan una mayor inflación respecto a EEUU.

En cualquier caso, el escenario actual incorpora el impacto de la persistencia de elevados costes energéticos a medio plazo, pero bien podría acentuarse aún más si se produce una situación de escasez de suministro de energía a nivel global o si se requiere un racionamiento para reducir la demanda de gas y electricidad de cara a los próximos inviernos.

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