Pasan los años y en este país no terminamos de enterarnos de que somos iguales ante la Justicia. Siempre habrá quien piense que el poderoso se va de rositas, que el que roba dos gallinas va a la cárcel y que quien se afana cien millones se va de vacaciones perpetuas. Quienes creen así seguirán en sus trece por mucho que intente convencerlos, por muchos marios condes que hayan pasado años en prisión y aunque el mismísimo cuñado del Rey esté privado de libertad. Ser iguales ante la Ley es la base de nuestro sistema democrático. Si no fuera así más valdría quitar los fusibles a esta patria común y cambiar de país. Si algo me llama la atención es que, curiosamente, sean los políticos los principales beneficiarios de un tratamiento especial dentro de la aplicación de la ley. Es el aforamiento. En mi opinión se debería suprimir, ya que estar aforado les reporta unas ventajas de las que carecemos el resto de ciudadanos. Jamás debe permitirse en un sistema garantista que haya ciudadanos de primera y de segunda. Y ellos lo son. De primera. Los tribunales ordinarios no les juzgan.

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