Análisis

rogelio rodríguez

Iglesias palidece y Sánchez se libera

El caso Dina amenaza al vicepresidente con sentarlo en el banquillo del Supremo

Apedro Sánchez comienza a cuadrarle el círculo y puede salir fortalecido de una situación política tormentosa y acéfala. Todas las disyuntivas parecen favorecerle y, salvo que lo desbanque -y arramble con todo- el previsto ciclón económico, está amparado por un cúmulo de sucesivas circunstancias, casi todas anómalas, que, manejadas con la astucia que le caracteriza, representan un muro casi infranqueable para sus disueltos adversarios en la oposición y para las pretensiones del partido rival con el que formó Gobierno de coalición.

La necesidad obliga y Sánchez ha decidido tender puentes y acechar acontecimientos. Alcanza convenios con patronal y sindicatos, el cortejo con Ciudadanos le libera de ERC y su megalómano vicepresidente, Pablo Iglesias, principal sostén a la vez que engorroso compañero de viaje y adversario electoral, diluye su prestancia involucrado en el caso Dina, una trama de cloacas que investiga la Audiencia Nacional y que amenaza con sentarlo en el banquillo del Supremo, acusado de los supuestos delitos de destrucción de material informático y revelación de secretos.

En La Moncloa esperan impacientes a que los tribunales iluminen la causa, momento al que también aguardará la Fiscalía para inyectar morfina al asunto. Iglesias tampoco comparece y debe ser la ministra portavoz, María Jesús Montero, quien conteste a las preguntas sobre el caso con cintura de bailaora veterana. El galopante deterioro de la imagen de Pablo Iglesias como capataz del proletariado y paradigma de moralidad política refuerza las perspectivas de Sánchez, ya que invierte la dependencia del poder, debilita sobremanera la facultad de los podemitas para exigir el cumplimiento del pacto de gobierno y augura pingües beneficios al PSOE en las urnas.

La continuidad de Sánchez ya no cuelga del peaje que exige Iglesias; al contrario, es la ocupación ministerial que ostenta Podemos la que pende de la voluntad del líder socialista. Nunca un partido con el número de votos que cosechó la formación morada en los últimos comicios generales tuvo tanto despacho oficial, aunque su influjo en las grandes decisiones sea casi inapreciable. Ni cuenta en la gestión de la pandemia ni Nadia Calviño le cederá partitura de solista en el concierto económico. Iglesias es un vicepresidente sin cocina y romper ahora con Sánchez sería su perdición. Ya se encarga el CIS de recordárselo en cada sondeo. Y también los correligionarios de UP en el País Vasco y en Galicia, que solo le han permitido una intervención marginal en la campaña para las elecciones autonómicas del día 12.

Sánchez siembra a izquierdas y quiere sembrar en el centro, no participará en la primera mesa de diálogo con la Generalitat y pechará sin encogimiento con la etiqueta de encabezar "el Gobierno más decepcionante de la historia de España", según expresión de la secretaria general adjunta de ERC, Marta Vilalta. Una afirmación que, dada su procedencia, debiera preocupar a Pablo Casado, aunque el líder popular bastante tiene con las consecuencias internas que puedan acarrearle una nueva victoria por mayoría absoluta de Nuñez Feijóo en tierras galaicas acompañada de otra debacle del PP en Euskadi.

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