Análisis

Alberto Pérez de vargas

Honores, liturgia y protocolo

En los actos religiosos y en la fiesta de toros, se presta mucha atención al protocolo

Durante unos cuantos años ejercí de secretario general de la Universidad de Alcalá. Una de las tareas importantes del cargo es la jefatura de protocolo, de modo que tuve que aprender a ordenar los actos académicos. Por entonces empezaba a celebrarse en el paraninfo alcalaíno, la entrega del premio Cervantes. No era responsabilidad mía su organización, a Dios gracias, pero se hacía inevitable atribuirme algunos detalles del protocolo. Mi inmortal amigo Ramón García, que se curtió como secretario del histórico Colegio de Agentes Comerciales del Campo de Gibraltar, era un experto autodidacta en protocolo y sufría viendo la escasa atención que se le prestaba por estos lares. Ni siquiera colocan las banderas como es debido, me decía.

Los actos religiosos, concretamente los de la iglesia católica, y la fiesta de toros, son algunos de los que más atención prestan a la liturgia y al protocolo, lo que supone guardar las formas desde tiempos inmemoriales. Son numerosos los detalles que se conservan y se repiten fielmente, en lo uno y en lo otro, como testimonio del sentimiento de inmutabilidad que subyace en sus afanes. Hay un fondo que permanece y en las formas se manifiesta el respeto al pasado y por los que participan u observan el discurrir de las escenas.

Se anunciaba oficiosamente para el próximo día 20, pero se ha aplazado, la ceremonia de entrega del título de Hijo Adoptivo -sería Predilecto para los de a nativitate- a José Luis Pavón Manso y, con carácter póstumo, a nuestro inolvidable José Ojeda Luque. Son, como he repetido en ocasiones, dos aciertos indiscutibles. Estaba pensando en ello cuando me dispuse a llenar este recuadro y me pareció oportuno dedicarlo a comentar la importancia del ritual y del protocolo en los actos oficiales. Un acto como ese debe celebrarse en el Salón de Plenos, aunque su cabida sea limitada, y procurar que en él estén presentes y en lugar preferente quienes ya han recibido esos títulos que son los más relevantes de los que concede un ayuntamiento.

Más allá de la solemnidad de estos actos, debiera mantenerse la vigencia de la proximidad oficial a las personas que han sido distinguidas. Ello pondría de manifiesto que la institución reconoce en el honor concedido, el valor de la concesión. Los hijos predilectos y los hijos adoptivos están por encima de rivalidades y son, por definición, un acervo de personalidades destacadas y representativas de lo mejor de la comunidad a la que pertenecen.

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