Campo chico

Alberto Pérez de Vargas

Honor y gloria al maestro

Conocí de muy cerca al maestro, que alegró con su música muchos de nuestros mejores eventos

El miércoles de esta semana y a iniciativa de la querida AEPA2015 (Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño) se recordó y homenajeó a Justo Sansalvador Cortés, un hombre bueno en el buen sentido de la palabra, que nos llegó de tierras levantinas, en su calidad de músico militar, en el año 1933, y se casó con Eduarda Piné Natera. Con ella tuvo seis hijos que han sabido mantener la calidad del legado de sus padres y hacerlo aún más extensivo y participado. Afortunadamente, su figura ha sido reconocida y allá en la joven barriada del Cortijo de Vides, una calle lleva su nombre junto a otra con el de la inolvidable profesora de francés y durante muchos años secretaria académica de nuestro Instituto (hoy Kursaal), Marina Vicent Anadón.

Tengo el privilegio de pertenecer colateralmente a la familia de los Sansalvador-Piné, y mi satisfacción por saber de ese reconocimiento, ahora actualizado, se une a mi confesada admiración por AEPA, en cuya génesis y progreso han intervenido amigos entrañables que contribuyen a aumentar y mejorar el conocimiento de nuestra historia próxima, de nuestro paisaje urbano, de nuestro entorno geopolítico y de nuestro paisanaje. La familia ha donado unas partituras del maestro al Museo Municipal y AEPA organizó una audición en el Cubo de la Música, obra del arquitecto Enrique Salvo Medina.

Les debemos los algecireños la alegría de compartir un espacio espléndido, lleno de bondad y belleza

El edificio es sede de la Asociación Cultural “Amigos de la Música”, derivación de la Orquesta Sinfónica de Algeciras. En él se acogen iniciativas y es museo y punto de fuga para el fomento del conocimiento y la proyección social de la música. Una de las partituras donadas es la del pasodoble Feria de Algeciras, que bien debiera prodigarse y popularizarse en estas fechas, por ejemplo haciéndolo sonar en el pregón con el que se abre el acontecimiento.

Conocí de muy cerca al maestro Sansalvador, he sido condiscípulo y soy amigo de uno de sus hijos, de Justo, y una hija suya, Julia, ha sido la mejor compañía de mi hermano Ignacio en su paso por la vida. Milagros, la farmacéutica y su inolvidable marido, Antonio Hernández, también farmacéutico, que fue catedrático del más antiguo de nuestros institutos, son referentes ineludibles en Algeciras. A aquel hombre, que desfiló con su banda militar tras nuestros tronos en la Semana Santa y alegró con su música muchos de nuestros mejores eventos, y a Eduarda, su mujer, les debemos los algecireños la alegría de compartir con los suyos un espacio espléndido, lleno de bondad y belleza.

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