Será porque no rezo ante bandera alguna, que la rueda de la tela que ondea el pueblo gitano me abre las venas, como a Galeano las de América Latina. No hay representación más hermosa ni más certera de la libertad que la de la rueda de la carreta, el azul de los cielos, el verde de los campos. La rueda que camina, que avanza, a mí me empuja a pasar por encima de las piedras de los prejuicios. Con ellas no hago muros, ojo, tampoco las convierto en armas, simplemente las lanzo de canto al lago de la indiferencia. Y sigo caminando. Cantando, claro, siempre cantando. Riéndome de la ignorancia, con la prepotencia, sí, de quien sabe un secreto que le hace intocable, libre. Azul de los cielos, verde de los campos, rueda de mi carreta. Yo os invoco. Que avancemos empujando fronteras, que yo te predico hasta en el desierto. No necesito lunares. Mi alma es una soleá que hoy también canta el Bella Ciao a Matteo Salvini. Mi rueda apisona las listas y los censos.

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