Expectación o decepción

La raza y el valor de Roca Rey y el temple de Ortega nos sacaron una sonrisa

Siempre que vamos a los toros lo hacemos con una expectación creada, en la mayoría de los casos soñando con presenciar, sentir y hacer nuestra no ya una faena, sino, puestos a soñar, una tarde completa. A veces, vamos incluso pensando, "qué petardo de tarde vamos a ver" y aún así, con la esperanza en el corazón.

Ayer la base de la Fiesta, el toro, siempre una incógnita, nos trajo por la soporífera y somnoliente calle de la amargura… De esa esperanza frustrada de quien sueña y sueña el toreo, que quiere gritar oles desgañitado y ver cómo miles de personas rugen compartiendo el gozo de una faena grande.

Pero cuando la frustración se apoderaba angustiosamente de los tendidos e incluso de los propios toreros, se abrió el paracaídas al final y nos devolvió aquella esperanza de que el toro es toro hasta el rabo, la corrida es corrida hasta que se arrastra el sexto y de que la vida es vida hasta el último minuto. Nunca podemos darnos por vencidos. El toreo es la vida.

La raza y el valor de Roca Rey y el temple de Ortega nos hicieron salir de la plaza esbozando una sonrisa… con la ilusión repuesta ante la cornadita que la tarde nos estaba dando. Decía que el toreo es la vida, y los valores del toreo son aplicables a ella para afrontarla con la torería de la que hablaba el jueves.

La esencia está en ello, en saber calibrar expectación y decepción. La decepción nos torna cabizbajos y es contagiosa, pero si tras ello se atisba un halo de esperanza… agárrense, porque las curvas también pasan, el toreo sigue y quien no siente, ni torea ni vive.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios